jueves, 27 de diciembre de 2007

CRISIS CREATIVAS

“Crisis creativas tengo todos los días. Pero mi necesidad de escribir es aún mayor, con lo cual he asumido que las crisis creativas son sólo una parte del ciclo de crear”.
JOAQUÍN SABINA

“La única literatura necesaria es aquella que responde a una pregunta no enunciada”.
JULES GRACQ

Toda obra no es más que el registro ordenado de una serie de crisis”.
GERMÁN JORGE

JULIEN GRACQ

"¡Tantas manos para transformar el mundo y tan pocas miradas para contemplarlo!" escribió Julien Gracq, alguien que miraba al mundo desde otro punto de vista. El autor francés que ha muerto a los 97 años en Angers, al sur de Francia, tapaba con su pseudónimo a Louis Poirier, el hombre que escondía al escritor que ha dejado un exquisito legado literario.

Gracq, con su particular visión de la literatura en la que el hombre se sometía a la obra, se inspiró en el romanticismo Alemán y en el surrealismo dando lugar a lo insólito y simbolismo fantástico.

El gran público no iba con él, rechazó en 1951 el premio Goncourt que le otorgaron por su obra maestra “El mar de la Sirtes”, así como su nombramiento en la Academia Francesa, al entender esta distinción como un “abuso de poder”.

El lector de Gide, Valéry, Claudel, Cocteau, nunca publicó sus libros en edición de bolsillo y fueron tiradas limitadas. Lo que sí que aceptó fue la publicación de sus títulos en “La Pléiade” de la editorial Gallimard, así fue uno de los pocos autores que han logrados entrar vivos en esa colección.

La vida de Gracq comenzó en 1910, profesor de historia y escritor, vivió los grandes momentos de la historia del siglo XX. Formó parte del Partido Comunista que abandonó como repulsa al pacto entre Hitler y Stalin. En esa época escribió En el castillo de Argol (1938).

Vivió como prisionero en la II Guerra Mundial, cuyo fin coincide con su obra, Un beau ténébreux (1945), a la que un año después siguió la poesía de Gran Libertad. Y su historia continúa durante 19 obras que pasan por todos los géneros y en las que permanece su esencia única.

POEMA A PEDIDO DE GERMÁN JORGE

Como terminar un libro

En la última página, maldito
se anunciaba este final...
escapista ya desde el primer atisbo
presentó la bacanal de humo
golpes, papeles, jeroglíficos.

Toda lectura es crepuscular.
Todo amor se precia de arbitrario.

Ahí quedaron, entonces,
el sombrero, el revólver, un modular
lleno de cosas tibias y sonrisitas;
metáforas chicle, imágenes de dagas
y pimienta.

La mejor música incidental
eran las gotas de cielo
abdicando sobre el zinc.

Aunque bien podían continuar
fervores, abrazos
tenues cuerpos sobre el césped
gris amarillento.

Yo, en tanto,
te sentía en esto
como a una musa de juguetería
un pedacito de queso azul
en el rellano
la pizca de piel que se planta
en cualquier umbral.

Pero no. Ya está.
Ya no está.
Definitiva
última página militar
archivero de cocina
que partió – suponte – un 21 de febrero
dejándome acá
hirviendo verduritas.

PIRATERÍA

Lo hecho por los muchachos de Radiohead (colgar el disco en su web para que los usuario lo bajen pagando lo que quieran pagar) me recordó estas frases de Andrés Calamaro:

"Yo creo que no es piratería, ¿no? Es tecnología, en realidad. Siempre sostuve que el compact, la ventaja que tiene es que es barato, siempre vi a los CDs como si fuera una mortadela que se corta y se vende al peso".

"Pero la tecnología superó la teoría de la mortadela y ahora el formato de la música no ocupa ningún espacio. Yo no sé en qué se van a transformar los discos. De momento se están transformando en MP3, pero si los conciertos están llenos, la piratería no me molesta".

"Yo soy de la época en la que un disco pirata era un disco no oficial de Led Zeppelin, o de los Rolling Stones, eran estos vinilos blancos, con una fotocopia... Para mí el disco pirata fue siempre algo difícil de conseguir, un artículo de colección, una especia de joya única".


miércoles, 12 de diciembre de 2007

sky is not money

Lluvia, nieve, granizo, bombas, caca de pájaro...
estrellas fugaces, en los mejores casos...
muchas cosas caen del cielo...
Menos dinero.



jueves, 6 de diciembre de 2007

LMDMV


I will bur: seré un abrojo

Fue en una charla literaria en el Auditórium de Bellas Artes de La Plata, a fines o mediados de los ’90. Los panelistas eran Rodrigo Fresán, Abelardo Castillo, Federico Andahazi y, si no me equivoco, Ana María Shua.

En el momento en que de la charla se pasó al debate – o, para ser más certeros, a las preguntas del público para que los escritores respondieran – me animé al micrófono que circulaba entre la gente y osé preguntar qué sentían ellos cuando, en el living de sus casas, en el baño, en un taxi o mientras comían una pizza, en cualquier lado, en realidad, se les ocurría que en ese momento alguien podría estar leyendo alguna de sus obras. Cada uno contestó lo suyo; no lo recuerdo: han pasado muchos años y agua de la que arrastra cosas bajo el puente.

Los otros días, cuando compré Lamujerdemivida y me puse a ojearla, parado al borde de una vereda en Corrientes, mientras esperaba que un amigo NO le comprara las zapatillas a la hija de su pareja porque parece que NO tenía dinero en la tarjeta de crédito, digo, mientras ojeaba la revista en medio de la calle, sentí un sensación similar a la que yo creí que podrían haber sentido a la hora de responderme aquellos cuatro escritores, más de diez años atrás.

Ahí, entre el gentío, rodeado de un mundo de caras anónimas, y no sólo caras, sino también procedencias, destinos e intenciones desconocidas, sentí pánico de ver mi foto en una de las páginas de la revista, de semejante tamaño y “con cara de talibán prófugo”. Sentí, en definitiva, el temor de ser reconocido. Para un gordo bueno como uno, la cara es lo de menos: lo que importa es relato (“Wilbur” se llama: de ahí el título a esto).

Creo que, como Fresán (ahora lo recuerdo, la tinta afloja los recuerdos: dijo algo así como que casi no lo pensaba), tampoco me centré en que alguien podía estar leyéndome en ese momento en algún lugar de la ciudad o, incluso, pasar delante de mí leyéndola (quizás imaginé eso porque yo lo hago: leo mientras camino) y duplicar los mundos, como en un buen relato de Cortázar. Iba un poco más allá, al costado más que hacia delante: la cuestión pasaba por al exposición pública.

Out of the ego

Mi mujer, después de dos años y medio de pareja y uno de convivencia, después de casi un año de haber escrito el relato, aun no lo entiende. Después de almorzar, como siempre, como todos los días, llega el momento de las preguntas: ¿Qué cuenta la historia? ¿Un falopero que corre o una línea de vértigos continuos? ¿No eran tres historias en una? ¿Qué son esas historias?¿Es verdad que cada lector construye una historia al leer?

Lo respondió mi amigo Joaquín por correo electrónico: “lo mejor es justamente que no tiene explicación, funciona por eso y por la potencia de las imágenes...”.

Una infidencia en rigor indecible pero que en la praxis sea dicha:

En verdad, cuando lo escribí estaba con vértigo real, una descompensación extraña, de esos males sociales “nuevos” que afectan al individuo, a través de los cuales todo lo que llamamos mundo real se dedica a girar y girar y tambalearse a cada paso (como si no lo hiciera constantemente, cada uno de los días de su vida).

Ello me hizo pensar en algo, nada novedoso sino que seguramente ha pasado alguna vez por el consultorio de análisis y por varias páginas de mejores escritores: para escribir hay que romper estructuras (personales, internas, además de las que tienen que ver con el lenguaje), y las drogas y las sensaciones de vértigo o fiebre o falta de sueño o ese tipo de des-concientización, a veces, lo logran... Pero ahí se abre otro tipo de debate, que no es la clave de este texto.

Fiel a la tradición

Como dice el afiche de invitación, “Fiel a la larga tradición de las revistas culturales argentinas, Lamujerdemivida cierra”. Algo parecido a lo que le sucedió a mi amigo en la zapatería de Corrientes: NO tenía plata. Y con ella, se va un estilo, una forma renovada (cada medio gráfico con ideas originales es una renovación) de hacer literatura desde una revista. Tendremos que ver, ahora, cómo superamos este escollo y de dónde nos agarramos. Como dice Pablo Ramos en su artículo del número 48: Chau.