martes, 31 de marzo de 2009

La pista falsa

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Zulema Ford, la viuda de Antonio Molins, vive en Rojas desde 1971. Antes, el matrimonio residía en un campo cerca de Los Indios, una pequeña localidad al sureste de Rojas, al que se puede llegar por Ruta Nacional 188 o Ruta Provincial 30 y luego por un acceso por tierra.

Zulema recuerda que un día llegaron al campo tres hombres. Cuando salió el casero, le dijeron que iban de visitas, que conocían a la familia. Al entrar a la casa, sacaron las armas, le apuntaron a la familia y los empleados y los metieron a todos en la cocina.

Cuenta Zulema:

“Traían un portafolios, con joyas y plata. Comieron; charlaron entre ellos, tranquilos. Llegaron al mediodía y se quedaron hasta la nochecita. A Antonio, mi marido, lo llevaron a un galpón que estaba detrás de la casa, y le tiraron varios tiros al aire para que se asustara.

Después le sacaron las gomas a la camioneta. Lo que ellos querían era otro vehículo para seguir escapando. Tenían un auto color naranja o ago así, un color bien fuerte, y querían otro para despistar a la policía. Pero la camioneta no les servía porque les ofrecía mucho blanco.

Al final siguieron en el coche que tenían. A mi marido lo llevaron en el auto. El iba en el asiento, entre ellos, y le dieron un arma para que se defendiera en el caso de que los parara la policía.

Fueron hasta Inés Indart, por el camino viejo de tierra a Salto. Lo bajaron cerca de la rotonda de Salto y le dieron plata para que se volviera al campo. Al final, lo trajo un camionero”.

Juan Carlos, hijo de Zulema, que por entonces era un chico, amplía al respecto:

“La policía los estaba esperando en el Balneario, en Salto. De ahí escaparon por caminos de tierra, y no sé cómo llegaron a Los Indios. Me acuerdo que era un sábado. Los atendió Obdulio González, el casero, que tenía a la mujer embarazada. Mi padre había ido al campo; cuando volvió, se encontró a los tipos adentro.

Al auto, primero, lo dejaron cerca de la casa, y después lo escondieron entre el maíz, que estaba alto, así que debía ser diciembre o enero. Hicieron la repartija de la plata, comieron bifes, huevos fritos y se acostaron a dormir la siesta.

Se quedaron hasta las ocho de la noche. A la camioneta de mi padre le sacaron el volante y las bujías, para que no los siguiéramos. Cuando se fueron, lo llevaron a mi padre con ellos. Fueron hasta Indart y de ahí por un camino de tierra hasta la Rotonda de Salto. Mi padre les hacia de guía, porque ellos estaban perdidos. Ahí lo bajaron y le dieron plata para que se volviera”.

Respecto de la relación de estos hechos con el asalto al Banco de Crédito Rural, Juan Carlos opina:

“Se que habían robado en Arroyo Dulce, no sé si un banco, pero sí en Arroyo Dulce. A Obdulio González le avisaron que tenía que ir a la rueda de reconocimiento, no me acuerdo en que ciudad los agarraron. Pero como González había quedado muy asustado de lo que pasó en el campo, no quiso ir”.

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Mi padre, Hernán Ciriaco Carbonel, recuerda: “los tipos venían en una Chevy amarilla, o algo así, con techo de vinilo negro. Pararon en el almacén de Viso, que estaba sobre la calle Valentín Vergara, la continuación del camino de tierra a Arroyo Dulce. Detrás de ellos cayó la Estanciera de la policía. Se ve que ya les habrían avisado del robo.

La policía les pidió documentos. El tipo que manejaba amagó a sacar la billetera, pero lo que hizo fue manotear la palanca de cambios y salir rajando. Los tapó a todos de tierra.

De ahí se fueron por el camino de tierra a Hunter. Fueron hasta Colonia La Vigía. Se metieron en la chacra de los Molins y los ataron y encerraron. Después, como si estuvieran de vacaciones, comieron, chuparon, durmieron la siesta y se fueron”.

Carlos Viso, hijo de aquel que tuviera el almacén, corrige y agrega:

“No, no pararon en el almacén de mi viejo. Pararon mucho antes, más cerca del puente. Los tipos venían tirando tiros al aire, sacando el cuerpo por la ventanilla. Los policías que estaban esperándolos en el puente se escondieron, del miedo que tenían. Un patrullero los siguió, pero los tipos doblaron antes y agarraron el camino al Molino Quemado, y la policía siguió de largo, hasta donde se corta la calle”.

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Tanto Juan Carlos Bianchi como Alejandra Viera, sospechan que en nada se relacionan este hecho con los dos robos al Banco de Crédito Rural de Arroyo Dulce de 1971, y que no se trataría más que de un tercer asalto, sin conexión alguna con los dos anteriores.

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