domingo, 18 de octubre de 2015

La casa de los abuelos


Esta es la casa que fue de mis abuelos. La misma en la que mi padre vivió hasta pocos meses antes de morir, tal cual había pasado con Enrique, mi abuelo, a fines de los ’60, y con Ángela, mi abuela, a principios de los ‘90. La decadencia del cuerpo los obligó a marcharse de esa casa poco antes de su partida final, como si una despedida arrastrase a la otra.

La construyó mi abuelo, allá por los años ’30 o ’40, no sé exactamente la fecha. Es angosta y profunda, tipo chorizo: una habitación que da a la calle, un zaguán, un amplio salón que alguna vez fue recepción y estuvo dividido por una mampara que ya no existe. Le siguen la galería iluminada por una fibra de vidrio verdosa, semitransparente, tres habitaciones a los lados, un baño, una cocina comedor al final del zaguán. Detrás, de cara al patio, el lavadero y la despensa, a la usanza antigua.

En toda ella hay techos altos -se imponen los de ladrillo y tirante- y más pisos de madera que de baldosas con motivos que hoy serían retro.

En las alturas del frente aún se lee “chancha de pelota - panadería”. Ese era el oficio de mi abuelo. Construyó la casa después de cocinar el pan y repartirlo en las chacras vecinas. Se levantaba al amanecer, amasaba, horneaba, salía a vender, volvía, almorzaba, dormía una corta siesta, repetía lo hecho por la mañana y luego, cuando el tiempo se lo permitía, se dedicaba a la construcción. La atención de familia, como en todo época patriarcal, quedaba para la mujer.

Mi padre llegó a ella después de jubilarse, en 1995. Ahí había nacido y crecido. Fue el único de los seis hermanos -por entonces quedaban cuatro, ahora solamente dos- que volvió a su casa natal para, prácticamente, morir en ella.

La dejadez la fue envolviendo con los años. Depósito de muebles familiares, cosa vieja que por su magnitud no alcanza la reparación, llegado un día, la desidia propia de la existencia de mi padre y el descomunal tamaño la excedieron: hoy queda esto, que es nada y todo al mismo tiempo. Nada: abandono. Todo: casi un siglo de testimonio de una historia familiar.