martes, 2 de diciembre de 2008

Aquella vieja primera entrevista...


(Fragmentos de -como canta Andrés- 10 años atrás...)





El escritor sin sus fantasmas


El espacio físico donde Gabriel Bañez dicta su taller literario, recibe trabajos de noveles escritores y concede notas, es un salón en los altos de una casa de diagonal 73. En una pared lateral, una biblioteca ocupa el espacio completo a lo ancho; una puerta corrediza convierte a la escena en dos ambientes y permite continuar la nota aun con la llegada de los primeros alumnos; hay cómodos sillones, muebles antiguos, candelabros y floreros; una maravillosa mesa que, algunas tardes de la semana, se convierte en mudo, pero oyente, testigo de diálogos literarios.


-¿Existe una literatura que, de tan aburrida, hace que uno se duerma, o la literatura es el mejor camino hacia los sueños?

-Yo me duermo leyendo un buen libro a veces, ojo. Yo no recomiendo lecturas. Hay libros que a mí me han interesado mucho. Por ejemplo “Pequeño hombrecito”. Para muchos son lecturas no saludables; o políticamente incorrectas, como se dice ahora. Otro que me gustó mucho fue “La conjura de los necios”. Fijáte: Soy muy anárquico; además creo que lo que a uno le cae en las manos, hay que leerlo.


-No seleccionar.

-No, no. Yo creo que no. Siempre he sido un tipo muy famélico en eso; he leído con hambre, te diría. Desde, me acuerdo, un tratado de medicina, hasta cosas disparatadas; de ingeniería.


-Italo Calvino, en “Aventura de un lector”, hace una crítica solapada al lector famélico, por la cuestión de que le hace perder un ímpetu vivencial.

-Yo no sé la postura de Italo Calvino, pero, la lectura forma parte de la vida. Hay gente que divide. Para mí leer es vivir. Yo he crecido leyendo. Y mi vida es leer. Y no hago esa diferencia un poco decimonónica en decir una vida libresca o una vida vivida con muchas experiencias. Para mí es exactamente lo mismo, es como la ficción o la realidad. ¿Qué diferencia hay entre la ficción y la realidad? La ficción es una forma altísima de la realidad; es la forma más lacerante. ¿Cómo puedo diferenciar entre cosas que he vivido y con las cuales ha habido un libro al lado mío? En cuanto a llevar algo a la cama, yo te diría que no lleves un libro, lleva una mujer, que siempre es mucho más provechoso.


-En un anecdotario de tu vida, ¿hay hechos literarios? Una cuestión amistosa, de ganancia por el lado del aprendizaje.
-Tengo anécdotas. Lo que ocurre es que en la escritura misma, tampoco hago diferencias. Yo voy al cine y voy a leer una película. Vivo y veo argumentos ambulantes, más que personas. Detrás de cada persona yo veo un argumento que va andando, que va en gerundio –se ríe–. Y a mí me apasiona descubrir qué hay detrás de esa persona. No sé si anécdotas, porque anécdota es una forma restringida. Yo vivo buscando historias.

-Cada persona es un hecho literario.

-Sí, los personajes son más importantes que las personas. Después, creo que las personas mueren y van a parar al argumento, no al cielo –vuelve a reírse–, y que los personajes tienen mucha más identidad que las personas. Son algo así como planteos ideales de nosotros mismos, con mejores defectos y mejores virtudes. Y es cierto que cuando alguien muere va al argumento, porque lo que quedan de él son versiones de ese argumento: era bueno, era malo, era un hijo de puta. A mí me gustaría ir a un argumento muy piola; yo ya lo tengo escrito, además. Después, no sé si coincide con ese argumento.

Entrevista con dos videntes

“¿Querías anécdotas?”. Gabriel dice que acá hay un par, y buenas. Que fue a hacerle un reportaje a Borges un año antes de que muriera, en su casa de la calle Maipú. “Me atendió él, lo más solícito. Me impresionó la enorme humildad de Borges. Era absolutamente humilde. No era una postura. Nos quedamos hablando dos horas y media, caía la tarde, estaba Fany, que lo atendía, y el gato, que pasaba. Esa charla la reduje después a una carilla, y la publiqué. ¿Sabés por qué la reduje? Porque me parecía mucho pasto, y yo quise guardarme muchas de las cosas que había grabado. Me maravilló la humildad de ese tipo”. Cambia de autor. Pasa a Sábato. “Iba casi todos los sábados a Santos Lugares. Era una especie de peregrinación religiosa, de la cual después renegué. Uno tiene que cortar y matar a los padres. Es una cuestión de parricidio. El amor de hijo es matar al padre, en un sentido simbólico, como dice el hechicero de Viena. Es lo que corresponde si uno quiere crecer; si no, vas a seguir a la sombra.

1 comentario:

Anónimo dijo...

T invito a darte una vuelta por mi blog.