lunes, 14 de abril de 2008

Breve entrevista a Antonio Dal Masetto

- A primera vista, hay tres líneas argumentales muy claras en su narrativa: las iniciáticas (Fuego a discreción, Siete de oro, Tres genias en la magnolia, Demasiado cerca desaparece) las relacionadas con la geografía pueblerina (Siempre es difícil volver a casa, Bosque) y las que vuelven atrás con su historia familiar (Oscuramente fuerte es la vida y La tierra incomparable).

- En realidad no he ido de una línea argumental a otra, simplemente porque no existen diferencias sustanciales. Las tres se complementan, se tocan, marchan juntas, las tres me pertenecen por igual. Son diferentes maneras de enfocar el mundo que veo y he visto. Siempre se trata de la misma búsqueda. ¿Cuál es la diferencia entre el mundo de las niñas de “Tres genias en la magnolia” descubriendo la corrupción de los adultos, el de Agata y su vida golpeada por las dificultades y las guerras, o el que condena a esos intrusos de “Siempre es difícil volver a casa”, atrapados en la violencia pueblerina que los destroza con una ferocidad impensada? Las anécdotas difieren, pero en el fondo se está hablando de lo mismo.

-¿Cómo es esa historia de que va amontonando futuros posibles argumentos en una caja de zapatos, hasta que ellos mismos se revelan válidos en un momento?

- Le conté está historia a Osvaldo Soriano y él la registró en uno de sus libros y seguramente su relato es mejor del que yo pueda hacer. Cierta vez, durante mucho tiempo fui tomando apuntes para una idea de una novela. Un par de líneas anotadas en una servilleta de papel en un bar, en hojas sueltas de libreta, un breve diálogo a máquina, una frase en el borde de la hoja de un periódico. Todos esos papelitos iban a parar a un gran cajón que había en mi departamento. Con los meses el cajón se fue llenando. Un día volqué el contenido sobre una mesa y era una montaña. La miré descorazonado y me pregunté si valía la pena intentar ordenar ese material o lo mejor era tirar todo a la basura. Opté por lo primero. Me dije: Por lo pronto, sin duda algunas, una novela se puede dividir en tres partes: comienzo, parte central y parte final, empecemos por ahí. Fui sacando papel por papel y con cada uno resolví si esa anotación podía ir en la primera, segunda o tercera parte. Así que la montaña quedó divida en tres. Todo eso fue a parar a cajas de zapatos que guardé en un armario. Un día saqué lo que correspondía al supuesto comienzo y me hice el mismo razonamiento: Todo comienzo puede dividirse en tres partes: comienzo de comienzo, mitad de comienzo, final de comienzo. Nueva subdivisión. Y así seguí. La cosa terminó con docenas y docenas de pequeños paquetitos marcados con números e inscripciones y por supuesto las cajas de zapatos. Finalmente un día me animé, lo fui abriendo uno por uno y traté de pasar a máquina lo que había ahí adentro y esbozar capítulos. Todavía no tenía computadora. Fue una tarea ardua. En fin, son múltiples y complejos los caminos para escribir una novela. Sin duda éste es uno de los menos recomendables. Sigo trabajando con anotaciones desordenadas, pero cuidándome de volver a caer en semejante trampa.

- Esta es una pregunta que le deben haber hecho muchas veces, incluso yo: ¿qué tanto lo han marcado haber pasado la pubertad y la adolescencia en un pueblo de provincia, qué le dejo él a la hora de recuperarlo en la escritura?

- En cuanto a lo que pudo haberme marcado no es fácil saberlo, no hubo otra alternativa, no hubo posibilidad de comparación. La etapa de pubertad y adolescencia deja su marca única en cualquier parte, pueblo de llanura, montaña, costa marina, ciudad. Son años de descubrimientos, de aprendizajes. La experiencia se hace carne, moldea, y a partir de ahí uno es eso que transitó y por supuesto también muchas cosas más. Así que sin duda aquel pueblo dejó su impronta particular. Hay circunstancias particulares, el que yo viniera a los doce años de otro continente y otro idioma, que haya aprendido el castellano en esas calles, en la biblioteca del pueblo leyendo libros que elegía al azar, los primeros enamoramientos, tantas cosas. El pueblo, bien o mal, me dio las armas para lo que vendría después. Cierta particular visión de la vida, de la gente. Luego, si te toca escribir, esas cosas afloran de alguna manera, porque forman parte de tu carne.

-¿Qué podría decir usted de su propia última novela, Sacrificios en días santos?

- En este libro vuelvo a la geografía pueblerina. Trato de reflejar ciertos personajes y las consecuencias de una generalizada y especial mentalidad. Si algunas de mis novelas se desarrollan en un pueblo es porque me muevo en ese ambiente con cierta comodidad, ahí cada personaje cumple con un rol único e identificable. Aunque esas historias podrían ocurrir perfectamente en una ciudad. Podrían definir una ciudad o un país. Hipocresías, rivalidades, indiferencia y violencia alternadas. Recientemente, un comentarista de libros definió esta novela como una gran misa pascual, una misa plebeya. Creo que es una definición posible.

1 comentario:

Fede dijo...

Una curiosa idea de un hipertexto recursivo en la respuesta a la segunda pregunta. ¿Esa novela se publicó?