martes, 1 de abril de 2008

El día que toco Seru Giran en Salto

(Gracias al amigo Fede Morán)

EL DÍA QUE TOCÓ SERÚ GIRÁN EN SALTO

Corría el año '81 u '82. Charly García (Carlos Alberto García Moreno según su DNI, concertista de piano desde los 12 años), el Beethoven nacional, comenzaba a construir el inmenso habitáculo del reconocimiento público que en unos pocos años su grandeza musical le daría. Mientras tanto, en un pueblo perdido de la pampa húmeda del que Charly seguramente no tenía conocimiento, un grupo de chicos a punto de cerrar su ciclo de estudios secundarios planeaban la manera de juntar fondos para el viaje de egresados.

Una división del Colegio San Martín denominado UTABI (Unidos Todos A Bariloche Iremos, un verdadero paradigma del ingenio aplicado a la sigla) se hacía unos mangos con bailes de carnaval y de fin de año, ferias del plato, alguna rifa. Dentro de los UTABI había un subgrupo, integrado por músicos que componían la banda Atropus: Guillermo Vallarino y Federico Morán, de esta división, junto a Leandro Cuchi y Juan Rojas, que tenían como Meca Sonora a Serú Girán.

Entonces, estos visionarios tuvieron una nueva idea, una idea reveladora, trascendental, inaudita, casi descarriada. La pregunta fue: "¿Cómo hacemos para traer a Serú Girán a Salto?".

En ese momento, los únicos canales de televisión que se veían en Salto eran el 3 y el 5 de Rosario, y algunos de Buenos Aires si uno apuntaba la antenita para el lado indicado. No había Internet. No había radios FM. Si uno quería un disco, había que encargárselo a Enio (dueño de la única disquería del pueblo por entonces) para que llegara 20 días después. Siempre y cuando hubiera leído la revista Pelo.

Así y todo, los muchachos de Atropus y UTABI se las ingeniaron. En la contratapa de uno de los discos de Serú Girán (al lado de la famosa leyenda "Disco es Cultura!") decía "contrataciones". Ahí llamaron. Averiguaron que los Serú cobraban algo así como $1500 de la época, mientras que el grupo sólo había acopiado $400. La picardía criolla de quien quiere convencer al otro de que el entusiasmo propio es el acertado, los llevó a decir que traer a Serú era "casi lo mismo que traer a Sui Generis, los que cantan Rasguña las piedras...". (Cosa que a Charly no le hubiera convencido mucho: él quería cortar su cordón umbilical con Sui Generis y, para eso, ya en el ’78 había sacado su primer disco con Serú; en el medio, había fundado "La máquina de hacer pájaros".)

Con las valijas llenas de emoción, entonces, los muchachos se mandaron un viajecito a Buenos Aires. Recalaron en una oficina de una galería de la calle Santa Fe, que no era ni más ni menos que de Daniel Grinbank. Increíblemente para este nivel de las cosas, bastó con un contrato de palabras: nada de adelanto, nada de precontrato. Todo arreglado: Serú iba a tocar en Salto.

Las cosas Giran

Al toque comenzó la promoción y venta de entradas anticipadas para el recital de Serú Giran en el Gimnasio del Club Compañía... Pero mal, muy mal: 40 entradas, promedio. Las esperanzas flaqueaban a la par de la escasa recaudación.

Cuando los músicos llegaron, hubo que ofrecerle una garantía firmada de que les iban a pagar, más allá de la gente que fuera al recital. Mientras los plomos armaban el equipo de sonido, Moro, Aznar, Lebón y García se fueron a tomar un cafecito frente a la plaza, con la delegación de UTABI por detrás, como si el cuarteto fuera en uno solo El Flautista de Hamelin. En medio de la charla de café, surgió un viaje, una búsqueda pueblerina, y allá fueron, Grinbank y compañía a pasear en un Dodge 1500 celeste un poco derruido, picado de chapa, propiedad de Pedro Aznar, a vagar por las calles.

La cosa es que el momento de la función llegó, ocurrió lo tan temido: una asistencia de no más de 90 personas para un recital que los Serú, rápidos, inteligentes, soberanamente geniales en lo musical y lo humano tomaron como un ensayo, para que el aire de la noche se envolviera de talento e intimidad.

Tocaron todas las canciones del disco "Bicicleta". Como si fuera poco, se cambiaron los instrumentos (¡!) e hicieron un largo set con canciones de los Beatles. Lebón (guitarrista) en la batería; Aznar (bajista) en el piano; Charly (pianista) en el bajo; Moro (baterista) en la guitarra. Como cierre, una improvisación de jazz, de nuevo cada uno en su instrumento, broche dorado para un momento con aires de eternidad decorando lo azaroso, pero como en el living de casa.

¿Qué paso con UTABI? Se fundieron, qué otra cosa... Hubo que volver a empezar con la recaudación. Pero hoy, 24 años después, digan la verdad: ¿quién no cantó alguna vez eso de "esas motos que van a mil sólo el viento te harán sentir"...?

4 comentarios:

Fede dijo...

Me acuerdo de esa día, yo era pendejito, pero mi hermano fue uno de los 90 que fueron y volvió a casa con el palillo de Moro.

epg dijo...

Que grossa historia...

mantecaltecho dijo...

Siempre recuerdo esa historia. Yo fui como loco con el disco "La grasa de las capitales" para que me lo firmaran.... estaban tomando algo en un cafe de la calle Buenos Aires. Se miraron unos a otros y garabateron la tapa con cualquier raya menos su firma. Aun tengo el disco con los insolitos garabatos.

Unknown dijo...

QUE EMOCION!!! Que día ese!!! Que recuerdo tan emotivo! Un gran abrazo para mis amigos de UTABI! Darío Muñoz