domingo, 29 de mayo de 2016

Bicentenario 2016: Mario Méndez


¿Cómo se hace para “llevar a los chicos a 1816”, un lugar fundacional y necesario de la historia argentina, desde la literatura? ¿Cómo lo intentaste desde tu libro? Vos ya lo habías hecho en el Bicentenario de Mayo con El aprendiz.

Con imaginación, creo yo: la mía propia, y la de los lectores. Me puse a jugar con la idea del relato de un fantasma, que es el fantasma de Francisca Bazán de Laguna, con la intención de que los chicos participen de ese juego imaginativo. En mi novela, pinto a Francisca en vida, cuando se enamora, cuando tiene a su primer hijo y cuando se enfrenta ella misma a un fantasma, que deberá reemplazar cuando muera. Mi novela es  a la vez histórica y fantástica y puede ser un vehículo interesante para los chicos. Ya lo veremos.

¿De qué trata El fantasma de Francisca?

Es la historia de Francisca y de la casa, en paralelo: la casa fue la dote que recibió Francisca Bazán cuando se casó con Miguel Laguna. Eso es histórico, como lo es que ella alquiló la casa para que sesionara el Congreso. Lo que hice fue inventar la muerte de uno de los albañiles, Serafín, que se convierte en fantasma y por una cuestión que tendrán que descubrir los lectores, Francisca se compromete a reemplazarlo cuando le toque morir. Eso me sirvió como recurso para contar la batalla de Tucumán, el Congreso, la demolición, la reconstrucción y además historias ficcionales, que fui creando a partir de los hechos históricos.

Ya que también sos editor, ¿cómo ves las ediciones que se preparan especialmente para determinadas fechas patrias o hechos históricos relevantes?

Me parece un muy buen recurso editorial. Es sabido que muchos de  los libros para chicos que se publican llegan a los lectores gracias a la escuela. En este caso, las editoriales, que saben que el tema estará en boga, será seductor para los docentes, intentan llegar a ellos primero, para así conquistar a los chicos lectores. Y es válido, porque las malas novelas, aunque sean oportunas en cuanto a las efemérides, no sobreviven. Solo siguen su ruta las que, más allá de las fechas, conquistan a los lectores.

Las edades a las que están dirigidos los libros, ¿cómo se configura eso desde la escritura a la hora de hablar de hechos de la historia argentina?

Supongo que es una cuestión de oficio, que tiene que ver con los tonos, con la extensión total, hasta con la extensión de las oraciones. Pero es medio inexplicable. Yo la había pensado como una novela para chicos más chicos, después me di cuenta de que el tono que había usado daba para lectores de cuarto grado para arriba.

Este tipo de ediciones, ¿soportan el paso del tiempo y se sostienen en la venta? ¿Las editoriales promocionan especialmente esos títulos?

Soportan, como te decía antes, solo si son buenas. Hay casos de sagas a partir de las novelas que se publicaron en el bicentenario de la Revolución de Mayo, como Diario de un viaje imposible, de Shua y Laragione. Obviamente, pasado el boom de la fecha es difícil que se sostenga el mismo ritmo de ventas, pero pueden seguir circulando. Y claro que hay una promoción especial, las editoriales apuntan sus cañones a estas colecciones, saben que pueden ser un éxito.

¿Creés que las movidas editoriales ligadas a circunstancias históricas fomentan y amplían la posibilidad de que los autores visiten las escuelas para trabajar los textos en clase con los niños?

Sí, muchísimo. Habría que clonarse para ir a visitar todas las escuelas que quieren la visita del autor. Y habrá, sin duda, que visitar mucho, este año. Pero es un trabajo agradable, que se disfruta. Y los chicos muchas veces consolidan sus ganas de leer con estas experiencias.

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