domingo, 24 de agosto de 2008

Raro tour


Las ruinas de Escobar Gaviria




Hay un capítulo de Los Simpson en el que Homero, después de comer un chile 5 estrellas, picante como pocos, tiene un viaje lisérgico a lo más profundo del desierto, que, luego se verá, es una simple cancha de golf. Parodiando a The Doors, Homero viaja por su mente, se encuentra con criaturas extrañas y choca con paisajes irreales en continua transformación.

En un hipotético paseo por las calles y las huellas de la vida de Pablo Escobar Gaviria en Medellín, podría decirse pasa más o menos lo mismo: los efectos no son los de los narcóticos, pero el lugar esta marcado, metafórica o directamente, por ambos.
Pablo Escobar Gaviria murió en 1993. Había comenzado su carrera siendo ladrón de lápidas; fue diputado, estuvo en la asunción de Felipe González en la España de 1982 y llegó a ser la séptima persona más rica del mundo. Filántropo o idealista, generoso facilitador de placeres bacanales o sencillo benefactor de las clases bajas para unos; despiadado, inescrupuloso, asesino y vil capitalista para otros, lo que resulta innegable es su influencia en los avatares de la sociedad colombiana de los últimos 30 años.

Por la magnitud de su figura, y porque el turismo es también el arte y el negocio de lo impredecible, existe el Paisa Tours: un recorrido por la Medellín de Pablo Escobar Gaviria.

El tour comienza en uno de los sectores residenciales más elegantes de la ciudad. Específicamente, el Edificio Mónaco, un bloque de departamentos de lujo que fuera la residencia oficial de la familia Escobar hasta enero de 1988, cuando una bomba destruyó buena parte del penthouse pero no logró quitarle la vida ni al Jefe ni a su mujer ni a sus hijos, y que fuera el punto de partida para la guerra entre los carteles de Cali y Medellín.

Todo sigue en el edificio Ovni, parte de lo que hoy es definido como “narc-decó”, un tipo de arquitectura que por estos días desata visiones enfrentadas en la sociedad colombiana. El “narc-decó” o “traqueta” es tildado de mal gusto o “basura”, pero forma parte, irremediablemente, del gusto popular.

La ruta turística continúa en el edificio Dallas, otro lugar cuyas paredes han sido pintarrajeadas con graffiti –tanto a favor como en contra del implicado– y donde alguna vez también explotaron bombas. Deteriorado, mezcla de evocación en pie con armatoste arquitectónico venido a menos, es un remedo de la época en la que el narco rico, con un solo chasquido de los dedos, podía decretar el toque de queda en la ciudad.


Le sigue el Medallo, en el barrio Los Pinos. Y no es cualquier cosa: es el edificio donde el Al Capone sudamericano se encontró con aquello que venía esquivando con fortuna y esmero: la muerte. Y es no sólo la última parada de la vida del homenajeado, sino la más extensa del recorrido para los turistas.

El lugar es catalogado como “una chimba” (cuando las cosas salen mal o alguien las hace salir mal) porque fue ahí donde Escobar cometió su más fatal error: hablar por teléfono con su hijo durante veinte minutos, tiempo suficiente para que la llamada fuera localizada. Fue en el tejado del Medallo donde las balas lo despidieron para siempre.

De ahí a la tumba. Altamente cuidada, flores infaltables. Como si fuera Père-Lachaise, Recoleta o Plainpalais, es uno de los lugares más visitados de la ciudad. A ese lugar asistieron miles personas el 2 de diciembre de 1993, día de su entierro. Ahí, hoy, puede encontrarse a simples curiosos, vagos reflexivos, pobres que se abalanzan sobre el mármol para llorar a su padre santo e incluso extravagantes turistas extremos que se dan un pase de coca sobre la lápida. Todo fue y sigue siendo posible en el mundo Pablo Escobar.

Ya en las afueras de la ciudad, en Envigado, a pocos kilómetros de Medellín, el tour puede incluir la cárcel cinco estrellas que este hombre se hizo construir a idea y semejanza de sus deseos en 1991, cuando su vida corría peligro por los ataques de sus enemigos y luego de entregarse a las autoridades colombianas con la condición de no ser extraditado a EE.UU. Ahí tuvo personal de vigilancia propio, una vista completa de los alrededores, cerca electrificada, espacio aéreo protegido, una casa de muñecas para su hija y una cancha de fútbol en la que jugó, entre otros, el escorpión René Higuita. El lugar, por entonces, fue bautizado la Catedral. Hoy, por esas raras analogías del destino, es habitado por una comunidad benedictina.

O Hacienda Nápoles, a unas cuatro horas de Medellín, un paraíso de más de tres mil hectáreas donde alguna vez Escobar tuvo su propio zoológico con más de 200 especies, animales que, una vez muerto su dueño patrón, huyeron o fueron muriendo también ellos.

Lo cierto es que Pablo Escobar Gaviria existió, y vaya cómo, y dejó su huella. Pero pocas cosas contienen tanta verdad en sí mismas para marcar a los pueblos como las que no existieron. Es el caso de un edificio a medio construir que, dicen, fue financiado por el cartel de Medellín. Tras disputas legales, devendrá en estacionamiento. Al frente, una gran valla que hace las veces de resguardo contiene una sentencia inapelable: “Este edificio nunca perteneció a Pablo Escobar”.

En breve, quizás, o en día lejanos, quién dice, tomemos un vuelo y nos adentremos en la selva colombiana, y un guía tour nos explique que “aquí estuvo Ingrid”, “aquí vivió Tirofijo”, “en esta cama dormía Clara Rojas”.

jueves, 21 de agosto de 2008

Presentación de “El Caso Arroyo Dulce”


El próximo 30 de agosto, Hernán Carbonel presentará su libro “El Caso Arroyo Dulce” en dicha localidad.

“El Caso Arroyo Dulce”, es el producto de una investigación de dos años, relacionada con dos asaltos al Banco de Crédito Rural llevados a cabo en 1971 y que surgiera a partir de la presencia del hecho en el tomo 2 del libro “La Voluntad”, de Eduardo Anguita y Martín Caparrós.


La historia aborda una temática que, por estos días, la Argentina está revisionando: la década del ’70. Y, a la vez, se remite a contar lo sucedido en los lugares en los que hemos crecido y ante los cuales nuestra vida está ligada.


La cita es a las 20 horas en la Escuela Nº 16 de Arroyo Dulce.


“En un recuadrito, titulado con un simple signo de interrogación, se insinuaba la hipótesis alternativa de 'accionar subversivo'. Se insinuaba”. Juan Sasturain. Pagaría por no verte.

martes, 19 de agosto de 2008

Dibujos de Diego Molina


Mi primo se metió con la Casa Usher del Gran Poe...





jueves, 7 de agosto de 2008

Entrevista a Leonardo Oyola

¿Cómo podrías resumir "Santería"? ¿Es cierto que es la primera parte de una saga de cuatro novelas cortas? ¿Cómo es laburar con Juan en Negro Absoluto?

En efecto la saga de la Víbora Blanca van a ser cuatro libros que va a editar Negro Absoluto, del que ya se encuentra publicado el primero, Santería. Sí, son novelas cortas de no más de doscientas páginas y la idea es aportarle al policial negro el argot de la calle, el de los pibes, además del misticismo de nuestros santos criollos. Mi ambición es terminar creando una especie de otro far west, apostando cada vez más a los duelos finales en sus desenlaces. Y laburar con Sasturain es un privilegio. Se aprende mucho de él. Y lo mejor son esas ganas y esa fuerza tan contagiosa que te trasmite Juan para jugarte en lo que sea que estás craneando. Le metemos mucho laburo, sí. Pero también la pasamos muy bien, nos divertimos bastante.

Vos siempre trabajás con la marginalidad, la violencia…

La violencia, como la maldad, es algo que todos tenemos latente. Lamentablemente es moneda corriente en la marginalidad. O por lo menos más visible. Yo, en mis textos, coqueteo constantemente con otros géneros. Me gusta mucho lo fantástico y el humor. Pero en lo que no transo es en mis temores: los fantasmas y monstruos no me asustan. Un tipo con un arma cargada, sí.

¿Qué sensación te dio ganar el Premio Hammett en la Semana Negra?

Todavía sigo en curda de tantas emociones. El Hammett básicamente es un aliento enorme a seguir laburando en lo mío, a bancar pase lo que pase esta apuesta. Una vez dijeron que más que escribir policiales yo hago westerns -locro western-. Esa me cabe mucho, ¿sabés? Por eso el reconocimiento que me dieron en la Semana Negra de Gijón -donde se abandera el mestizaje del género- me obliga a morir con las botas puestas.

“Siete y el Tigre Harapiento” recibió muy buenas críticas desde todos lados. Incluso fue catalogada de “soberbia”. Desde tu humilde parecer, ¿por qué crees que fue así?

Me gusta mucho pensar o considerarme antes que escritor, narrador. "Siete..." tiene todo la fuerza y a la vez ingenuidad de una primera novela. Se le nota. Pero el ancho de espada creo que fue haber respetado el género para contar lisa y llanamente una historia. Entretener, sí. Y de paso ver si podía robar también algunas emociones. Parece que salió. Primero a mí me tiene que generar algo lo que escribo. Después algunos lectores lo sentirán o no. De ahí que yo crea e impulse al género, el contar historias. Que no todo se agote en lo autobiográfico. Volver si querés a lo lúdico, al juego sin que esto signifique una mala palabra. Estoy orgulloso de escribir policiales y me hincha bastante las pelotas que se lo considere como literatura menor.

¿A que atribuís que la mayor parte de la nueva generación narrativa argentina caiga en el blog?

El tema creo que pasa por la ansiedad y por la inmediatez de respuestas que genera el postear. Cuando uno escribe existe una urgencia a saciar que es la necesidad de saber que opinan los demás de nuestros textos, eso no se puede negar. Me parece un error subir a blogs el work in progress de lo que uno está laburando. Que para difundir el trabajo de uno hay otros medios más acordes. En un espacio como el blog no hay una verdad sobre lo que escribimos y sobre el rumbo de nuestras escrituras. El blog en ese aspecto, para mi, es solo un placebo. Es algo que resta. Somos narradores, no bloggers. Hay una diferencia. Tengo un blog para difundir básicamente lo que hago y ciclos y libros que me interesan de otros colegas. No admito comentarios. No posteo en el sentido clásico que le dan los bloggers locales. De hecho, si tuviera la plata, la tecnología y el conocimiento para subir una página web, creo que estaría más conforme con un dominio punto com.

¿Qué podrías decir de "Hacé que la noche venga", de próxima publicación?

"Hacé que la noche venga" sale en septiembre. Cuento la historia de cuatro tipos que en el invierno del 39, bajan a la estación de Canning en el subte D para buscar y enfrentarse con lo que está matando obreros y cirujas durante las madrugadas. Unos dicen que es el mismísimo demonio. Otros que se trata de un mensaje mafioso. Es mi homenaje a la Kiss Army y a Clint Eastwood.

domingo, 3 de agosto de 2008

Otros Poemas Encontrados

“Pero los microscopios son prudentes en una emergencia”
Emily Dickinson

Soy el hombre...

Soy el hombre
de las cosas
negadas
tengo en cada uno
de mis siete escritorios
una vela.

Bienvenido

Llego y festejo
veredas en tus ojos
guardo tu sangre
buscando en el ropero

brújula sola
repisas en el tiempo

nada más fácil
nada más perro

Constelación

sol de metal viajará
luz augural cobijó
siempre arderá con fruición
siempre será Paraná

un autito recorrió
todo el sedal de neón
siempre será de verdad
siempre será de ficción

Mujer

Una mujer rubia
de mediana estatura
sale del baño

huele su perfume a Edén

siempre jamás clamaría a voces
que me pensara

llevo en el índice su aroma
y en los pies
sus medias.

Sol

cuántas veces habrá sucedido
esta mañana
radiante vientre de Rah
con el Universo como toda cosa
allá por encima

viernes, 1 de agosto de 2008

Re-versos

Encontré estos poemas en un viejo backup.
Datan -algunos- de la década anterior.
Otros, de años apenas recién pasados...

Cristiana desnuda

Cristiana dormida,
precisa ceniza del nombre que te ama;

seguro arrullo
el río recorre;

planta, pez,
orgullo cualquiera

el río que corre;
princesa desnuda del nombre que llama.

diatriba

todo puedo verlo
delicado,
pétalo rosa,
pedestal de bronce,
ambiente.

Agua

efluvio transparente
víctima de mi desarrollo
placer
dame vida.
Saber.

Despierto

Me quedo
despierto
solo para fumar
porque fumar
es mucho
menos
que
estar
des
pier
to.