viernes, 25 de abril de 2008

Un hombre en seis palabras

Vivimos la era de la “novela del yo”, la “autoficción”, la “autobiografía”. Una reincidencia en el concepto que suena a algo así como decir “volví de nuevo nuevamente”.

Esto, que para algunos es una nueva forma del realismo, para otros representa la vereda de enfrente cada vez más lejana de las grandes novelas del siglo XIX. O una moda pasajera más, como no hace mucho lo fue la novela histórica. O los residuos del liberalismo, de la individualidad / individualismo propio de los ’90, que modifica el canon y lleva al “escribo sobre mí; luego existo”.

En todo caso la pregunta que surge es: ¿qué extraña forma de la necesidad despierta en el hombre a la hora de confesarse de esa manera? ¿Era cierto entonces que escribíamos solamente para que nos leyeran? ¿Es esto una sesión de psicoanálisis colectivo, donde el lector es el psicoanalista que hace sus devoluciones sin que el psicoanalizado lo sepa? Trastos viejos. Ya lo hizo Borges nombrando a Borges en sus relatos, colocándose a sí mismo en el Otro de una forma despersonalizada.

Sean lo que fueren las respuestas a tantos interrogantes, un buen aprovechamiento de esta tendencia ha emprendido la revista virtual norteamericana Smith (como Pérez aquí, el apellido más común de los Estados Unidos, sinónimo de multitud a la vez que de anonimato, aunque es imposible no relacionarlo con su homónimo clonado de la trilogía de Matrix, donde el Uno es todas sus reproducciones), que trabaja en general con textos enviados por sus lectores.

La revista creó un proyecto llamado “No es como lo había planeado” (No quite what I was planning), en el que sus lectores debían enviar una autobiografía descritas en sólo seis (6) palabras. Vale aclarar: se trata de “gente común”, no escritores reconocidos sino autores inéditos o que no escriben habitualmente. Según Smith, la idea provino de una presunta apuesta que le habrían hecho a Hemingway, para la cual él escribió: “Rebaja: zapatos de bebé, sin estrenar”. Llegaron, entonces, un promedio de 500 narraciones al día durante varios días, que pasaron por una selección hasta volverse libro.

Muchos de esos textos parecen comienzos de novelas que nunca sabremos cómo continúan. Casi aristotélico, en el principio está la mitad del todo. Otros, trabajan la idea del haiku (por su brevedad tanto como por la descripción de la vida cotidiana) y, más que nada, el estilo graffiti. Todo, claro, potenciando la idea del mismo Hemingway y llevando a su máxima expresión la teoría del iceberg.

Las temáticas de las breves narraciones van del humor al misterio y de la parodia a la poética. Pero un tópico asalta la mayoría. “Imaginé todo. Todavía no lo hice”. “Toda una vida esperando a nadie”. “Sólo tres palabras: nada que decir”. “Nacido en California, después nada pasó”. “Me gustaría estar en otro lugar”. En resumen: el modo en que todos formamos parte de lo que se llamaría un mismo mundo y, no obstante, somos a cada minuto desterrados de él; el modo en que se mueven la parálisis, la soledad y el vacío.

Es que en el nombre del proyecto late ya la carveriana decepción: “No es como lo había planeado”. Y la manifestación artística aparece entonces como síntoma y respuesta a aquello que los hombres nunca podrán ser aunque nada les impida soñarlo. En fin: la vida es breve, y la justificación ante ella suele costar mucho más que la vida misma. O menos, si es que bastan sólo seis palabras.

http://www.smithmag.net/

Estallido de luz

Lo primero que vio fue oscuridad. Con estupor, con extrañeza, comprobó que estaba despojado de ropas. Se puso de pie. Avanzó, los brazos hacia delante, como si fueran aspas quietas, lentos tentáculos. Varios aleteos después no llegó a palpar cosa alguna. Por eso, o porque no lo había, un inédito sentido de la percepción le indicó la sala estaba vacía. Silencio. Oscuridad, nada. Y las paredes (o lo que fuera que delimitara ese lugar) a una distancia que no podía precisar. Quieto, el cuerpo levemente inclinado hacia delante como quien oye signos del futuro, esperó. Esperó. Un lapso impreciso, incontable. De un momento a otro, un ángulo de la sala se ajó en una línea vertical de luz, como si alguien que no estuviera allí se dedicara a trazarla con precisión geométrica. El hombre, despojado de su ropa, aún inmóvil, izó un pie y estuvo a punto de dar un paso. El movimiento fue simultáneo a la apertura de la línea de luz, y eso le bastó a su sentido de la percepción para comunicarle que, en una ráfaga, las paredes desaparecían y con ellas el todo, la oscuridad y su facultad de ver y no ver.

martes, 15 de abril de 2008

Va por eso

1-

Un gaucho fue a bajarse del caballo. Le erró al estribo y se cayó.

"Ahijuna", dijo, "es por eso".

2-

A las 16.34, Sir Enrique sorbió la segunda taza de té tibio. Ya la primera le había caído un tanto grave, pastosa; esta segunda le dolió: en el estómago, primero; en el resto del cuerpo después.
Lo último que vio fue a su sirvienta, vestida de negro, las manos un tanto más largas de lo usual.
"Sí, es por eso", fue lo último que dijo Sir Enrique.

3-

Marcos y Manuel. Primero Marcos y Manuel. Después: Marcos, Manuel y Marcos. En verdad, Manuel. Marcos era un hombre. Lo supo, lo hizo saber, esa noche en la obra en construcción: Él era Manuel. Pero era Marcos, también. Era Manuel con Marcos dentro. La cumbia llegaba de fondo con el viento en la tormenta. "Es por eso" pensó, sintió Manuel. "Es por eso, que siga".

4-

"Existe un problema moral. Punto. Cero. O dos puntos. He de avocarme a ello", dijo el filósofo Rydn Cräydenn. Y se metió un tiro en la cien.

Era por eso.

lunes, 14 de abril de 2008

Breve entrevista a Antonio Dal Masetto

- A primera vista, hay tres líneas argumentales muy claras en su narrativa: las iniciáticas (Fuego a discreción, Siete de oro, Tres genias en la magnolia, Demasiado cerca desaparece) las relacionadas con la geografía pueblerina (Siempre es difícil volver a casa, Bosque) y las que vuelven atrás con su historia familiar (Oscuramente fuerte es la vida y La tierra incomparable).

- En realidad no he ido de una línea argumental a otra, simplemente porque no existen diferencias sustanciales. Las tres se complementan, se tocan, marchan juntas, las tres me pertenecen por igual. Son diferentes maneras de enfocar el mundo que veo y he visto. Siempre se trata de la misma búsqueda. ¿Cuál es la diferencia entre el mundo de las niñas de “Tres genias en la magnolia” descubriendo la corrupción de los adultos, el de Agata y su vida golpeada por las dificultades y las guerras, o el que condena a esos intrusos de “Siempre es difícil volver a casa”, atrapados en la violencia pueblerina que los destroza con una ferocidad impensada? Las anécdotas difieren, pero en el fondo se está hablando de lo mismo.

-¿Cómo es esa historia de que va amontonando futuros posibles argumentos en una caja de zapatos, hasta que ellos mismos se revelan válidos en un momento?

- Le conté está historia a Osvaldo Soriano y él la registró en uno de sus libros y seguramente su relato es mejor del que yo pueda hacer. Cierta vez, durante mucho tiempo fui tomando apuntes para una idea de una novela. Un par de líneas anotadas en una servilleta de papel en un bar, en hojas sueltas de libreta, un breve diálogo a máquina, una frase en el borde de la hoja de un periódico. Todos esos papelitos iban a parar a un gran cajón que había en mi departamento. Con los meses el cajón se fue llenando. Un día volqué el contenido sobre una mesa y era una montaña. La miré descorazonado y me pregunté si valía la pena intentar ordenar ese material o lo mejor era tirar todo a la basura. Opté por lo primero. Me dije: Por lo pronto, sin duda algunas, una novela se puede dividir en tres partes: comienzo, parte central y parte final, empecemos por ahí. Fui sacando papel por papel y con cada uno resolví si esa anotación podía ir en la primera, segunda o tercera parte. Así que la montaña quedó divida en tres. Todo eso fue a parar a cajas de zapatos que guardé en un armario. Un día saqué lo que correspondía al supuesto comienzo y me hice el mismo razonamiento: Todo comienzo puede dividirse en tres partes: comienzo de comienzo, mitad de comienzo, final de comienzo. Nueva subdivisión. Y así seguí. La cosa terminó con docenas y docenas de pequeños paquetitos marcados con números e inscripciones y por supuesto las cajas de zapatos. Finalmente un día me animé, lo fui abriendo uno por uno y traté de pasar a máquina lo que había ahí adentro y esbozar capítulos. Todavía no tenía computadora. Fue una tarea ardua. En fin, son múltiples y complejos los caminos para escribir una novela. Sin duda éste es uno de los menos recomendables. Sigo trabajando con anotaciones desordenadas, pero cuidándome de volver a caer en semejante trampa.

- Esta es una pregunta que le deben haber hecho muchas veces, incluso yo: ¿qué tanto lo han marcado haber pasado la pubertad y la adolescencia en un pueblo de provincia, qué le dejo él a la hora de recuperarlo en la escritura?

- En cuanto a lo que pudo haberme marcado no es fácil saberlo, no hubo otra alternativa, no hubo posibilidad de comparación. La etapa de pubertad y adolescencia deja su marca única en cualquier parte, pueblo de llanura, montaña, costa marina, ciudad. Son años de descubrimientos, de aprendizajes. La experiencia se hace carne, moldea, y a partir de ahí uno es eso que transitó y por supuesto también muchas cosas más. Así que sin duda aquel pueblo dejó su impronta particular. Hay circunstancias particulares, el que yo viniera a los doce años de otro continente y otro idioma, que haya aprendido el castellano en esas calles, en la biblioteca del pueblo leyendo libros que elegía al azar, los primeros enamoramientos, tantas cosas. El pueblo, bien o mal, me dio las armas para lo que vendría después. Cierta particular visión de la vida, de la gente. Luego, si te toca escribir, esas cosas afloran de alguna manera, porque forman parte de tu carne.

-¿Qué podría decir usted de su propia última novela, Sacrificios en días santos?

- En este libro vuelvo a la geografía pueblerina. Trato de reflejar ciertos personajes y las consecuencias de una generalizada y especial mentalidad. Si algunas de mis novelas se desarrollan en un pueblo es porque me muevo en ese ambiente con cierta comodidad, ahí cada personaje cumple con un rol único e identificable. Aunque esas historias podrían ocurrir perfectamente en una ciudad. Podrían definir una ciudad o un país. Hipocresías, rivalidades, indiferencia y violencia alternadas. Recientemente, un comentarista de libros definió esta novela como una gran misa pascual, una misa plebeya. Creo que es una definición posible.

viernes, 11 de abril de 2008

Continúan las Internas en el FreChaFlo


Palabras del Subcomandante FG:

Carta abierta a la alta comandancia del FreChaFlo:

No vamos a contestar calumnias, ni a negociar con una pistola en la cabeza.

Baste de prueba mi palabra y si ella no basta para mis compañeros revolucionarios, entonces el camino de la revolución chatista no es suficientemente ancho para todos. La convicción y la alegría pesquera de este soldado debería ser suficiente prueba, todo lo demás es ilustración alegórica.

Estoy siendo perseguido con este tema desde el mismo momento en que envié el mensaje cifrado notificando tamaña hazaña al alto comando. Me pregunto, no será este -cual émulo del piquete de la abundancia- el piquete de los grandes pescadores (que hace rato no pescan) frente a lo que consideran inaceptable: las alegrías consecutivas -bagre y boga- del pescador sin caña, sin prosapia y sin tradición pesquera.

Señores, renuncio a todos los cargos pero no a la convicción de los principios chatistas según el cual cada hombre y cada mujer en el FreChaFlo es un pescador cuyos relatos de pesca deben ser creídos y valorados. Haciendo frente al piquete de la abstinencia pesqueril de los grandes señores de la caña que hoy ocupan el alto mando del FreChaFlo, me pongo inmediatamente a la cabeza de la insurgente columna anarquista de la Calle Castelli bajo el lema: todos los chatistas somos pescadores, contra la aristocracia de los dueños de las cañas en el movimiento.

FG
Soldado-pescador sin caña
Columna Anarquista de la Calle Castelli
Frente Revolucionario Chato Flores
La revolución es un sueño eterno


* * *

Respuestas del Subcomandante HC:
Queridos compatriotas revolucionarios:

Estas, mis palabras, son pájaros en vuelo, ideas al azar, que no por carecer de carácter discursivo olvidarán sus razones lógicas:

Creo que nadie puede alzar ninguna bandera habiendo sacado dos (2) pescados en dos excursiones, siendo que el Comandante y quien suscribe llevan años de ventaja en cantidades y calidades de piezas obtenidas, embarrándose las botas en el lodo de las orillas, trepándose a las barrancas, sumergiéndose al agua para estar más cerca del objetivo.
El dedo, la palabra acusadora del Subcomandante se alza por estos dos hechos aislados, mientras que el resto de las veces que el fogón nos reclamó, a gatas se cebaba unos mates o atendía un Pochi. La pesca es un acción, una actividad, una ocupación de todos los días, y no un fin de semana santo y salvaje.

Además: pregunto: ¿Cual es el verdadero Subcomandante? ¿El que pide apoyo en el momento en que es necesario consolidar la idea de grupo, o el que plantea situaciones de conflicto, quiebres internos, posturas irreconciliables? ¿Cómo puede sentirse perseguido, después que la caña con la pescó aquel bagre maguayense, fue prestada mismamente por el que suscribe? ¿Quien es este señor? ¿El D’Elia de la pesca? ¿A qué jactarse de no tener caña y despotricar contra los que, día a día, luchan por mantener enteros sus equipos de cosecha ictícola?

El anzuelo no se mancha.

* * *
Respuestas del Comandante General:

Aló FreChaFlo:

Creo que las pruebas solicitadas no van a ser entregadas. El virus de la mentira del pescador ha roto los lazos fraternales que hacían del movimiento el orgullo nacional de la Península. Nosotros estamos con aquellos que no tienen cañas, con los que pescan ranas en las canaletas, con aquellos que en cada palada no encuentran las lombrices necesaria para el encarne, los que salan las tripas de pollo, los que juntan maíz de la calle para poner en el anzuelo, los que encarnan con cáscara de mandarina.

Ese es nuestro pueblo, nos vienen a decir que somos gente de anzuelo sucio. Y desde aquí les digo: nuestros anzuelos están limpios de mentiras. Siempre que volvemos a nuestras casas y nuestros seres queridos nos esperan con la ilusión de ver que pescamos, debemos decir “nada, no hay un carajo en este río, ni un pique”. Y ahora vienen a decirnos de una boga de dos kilos... Por favor... No es algo fácil de digerir...

No vamos a ser eco de aquellos que nos difaman de ser los dueños de las cañas, aquellos que se dicen llamar soldados sin caña... Les decimos que los perdonamos, que las cañas son de todos y para todos. ¡Vengan, frechaflenses! Habrá pocas lombrices, poca agua en el río, pero la ilusión de sacar El Gran Pez sigue en pie y no se entrega fácilmente. Daremos pelea, caña a caña, lombriz con lombriz, bagre por bagre, boga por boga. Los convoco a todos, pero sin mentiras...

¡A tirar las líneas, camaradas.!

¡Larga Vida al FreChaFlo!

(La imagen extraoficial que abre este pos, a la que tuvimos acceso en exclusiva, es la de la presunta "boga" obtenida en territorio santafesino por el Sucomandante FG)

lunes, 7 de abril de 2008

Diálogos literarios con Fede Go

No deja de llamarme la atención esto tan típico de las tecnologías virtuales - como el chat, el mail o las cargas de los blogs - en que, si uno quiere desandar el camino recorrido con palabras y seguir el orden cronológico de los hechos, debe leer de abajo hacia arriba (en vez de hacerlo a la inversa). Así y todo, este rescate, este diálogo con mi amigo Fede Go nos redime de los tiempos y las distancias y recupera la instantaneidad de las ideas. (Insisto: leer de abajo hacia arriba)

EPG dijo:

Sinceramente, para contestarte, pensé en mucho pero no pensé en nada. Fui del revisionismo de Arlt de los sesenta al boom de esos años y hasta al Tano Dal Masetto (europeo latinizado). En Sarmiento, sobre todo, ya que veníamos de Borges.

Entonces, hablando de esa tríada (Arlt – Borges – Sarmiento, sobre todo la línea de continuidad entre los dos últimos) volví a otro tema que tocamos momentos antes: Piglia. Te transcribo fragmentos de Respiración artificial:

“Borges es un escritor del siglo XIX. El mejor escritor del siglo XIX (...) La primera página de Facundo (abre con) una frase en francés: así empieza (...) la literatura argentina se inicia con una frase en francés (...) El gesto político (está) en el hecho de escribirla en francés”.

Esto sigue. Se habla de citas falsas, apócrifas, de civilización y barbarie. Se habla de europeísmo y de nacionalismo populista. De las dos pesadillas, ¿con cuál te quedás?

PD: Me encantó lo de que “Borges es escandalosamente sincero” y que “ nos muestra los límites de nuestras posibilidades”.

Fede Go dijo:

Borges es escandalosamente sincero. A veces dan ganas de taparle la boca con un parche, solo porque nos muestra los límites de nuestras posibilidad. Tu referente empírico puede que sea acotado, pero es significativo: son los libros de una biblioteca de un pueblo en medio de la pampa, y hasta allí llegaba la impronta europea (y europeizante) en la formación de nuestra cultura nacional (Ojo al piojo, si lo de México se complica o no sale, nos hacemos un estudio socio-cultural de la Tristán Lobos).

Volviendo a Borges, lo jodido, también, es pensar que desde 1920 y hasta mediados de los 60 fuimos un polo de producción cultural, especialmente de lo que hoy llamaríamos el "mundo latino". No hay que pensar solo en la literatura, también en otras formas de la comunicación como el cine. No sé si te acordarás, pero en "Cinema Paradiso", por ejemplo, hay una secuencia donde el pibe cuando vuelve al pueblo ya director de cine encuentra un rollo de película hecho por el viejo, como un gran collage, de "grandes besos del cine" y allí, al mismo tiempo que los grandes films de Hollywood, aparecen besos del cine de oro argentino. Con los libros, lo mismo: España, México y Latinoamérica en general recibiendo las ediciones argentinas y además los hacíamos baratos (fuckin Anagrama, hoy nos manda carísimas la edición bonita de nuestras propias plumas).

Ah, que lindo post en EPG, pero demasiado gallina. Deberías intentar un relato más universal, porque la jugada y la coyuntura agonal donde tuvo lugar, lo amerita.

EPG dijo:

Otra cosa: pienso esto mientras catalogo libros (me acorde de vos un par de veces, pero era muy largo para msj.): de los que veo, hasta la primera década del siglo XX, no se editaban libros (o se editaban pocos) en Argentina: muchos venían de París, Madrid y Barcelona, unos pocos de países anglosajones o de Bélgica. Sé que es muy fragmentaria y arbitraria la cuota de lo que veo, pero no pude evitar recordar esa frase de tu ex-vecino Borges: "No saber francés era ser analfabeto".

Fede Go dijo:

Hay libros tan viejos? No me lo hubiera imaginado de la Tristán Lobos. Seguro encontraste alguna perlita.

Me encantaría lo de San Pedro. Podemos hacerlo antes que se nos vaya el verano del todo, pero debería ser en marzo, porque ya la semana que viene nos vamos para Bahía..

EPG dijo:

Estoy in situ: hago inventario de libros de fines de siglo XIX y principios del XX (aunque pare para sellar, cortar, doblar y ensobrar invitaciones...)

¿Te parece un finde en una isla del Paraná, en San Pedro?

PD: cuando subas a un bondi, atate los libros a la cadera...

Fede Go dijo:

Esperemos que sí, aunque es una constante mía dejar libros en los colectivos. El año pasado perdí dos: uno de un mexicano "El capitalismo histérico" y otro que no me acuerdo. Con el primero putié más.

No problem con el libro, te lo intercambio por "La Biblia..." y es como una renovación del préstamo. Ya tuviste tu primer día en la Biblio? Como anduvo?

EPG dijo:

Esperemos que el tipo que lo encontró en el bondi le haya gustado, no? Ahí tenés un buen argumento para un texto... Y veo que tenemos dinámicas similares: pilas, babeles de libros en la mesa de luz esperando nuestra paciencia, nuestra docilidad, nuestra inspiración...

Mi mujer ama Anagrama (perdón por la rima ocasional), y yo amo mi bolsillo, así que aceptare de buena gana tu préstamo. Es más, si alguna vez oso robártelo, junto con el que he hurtado a mi suegro, tendré las O.C. de Piglia según Anagrama... (Ver El Observatorio Editorial, de – justamente – Don Herralde)

Fede Go dijo:

Hace mucho, mucho empecé a leer Respiración artificial y perdí el libro en un bondi. Iría por la página 30. Cuando juntamos vidas con la Morocha, la mezcla de bibliotecas hizo que tenga un ejemplar en casa, así que voy a seguir el consejo y lo voy a agregar a la pila de libros sobre la mesa de luz. No te compres Prisión perpetua, como todos los libros de Anagrama está demasiado caro. Te presto el mío, hacemos intercambio por "La biblia..."

Ahora estoy por comenzar "El regreso", de Bernhard Schlink. Un alemán, del que también te hablé la otra noche. Justo el sábado salió una entrevista en la Ñ. Después te cuento como me fue.

EPG dijo:

Sí recordaba lo de Piglia. Y también estoy de acuerdo: es pura cabeza, poco corazón; mucha intelectualidad, menor pulsión empírica. A mí sucede eso: es anodino por momentos (aun más anodinos me parecen otros escritores consagrados, pero esos son otros temas) aunque de Piglia me gusta mucho como trata algunos temas (sobre todo en Respiración artificial, te la súper recomiendo) desde la teoría literaria. "Prisión perpetua" estuve a punto de comprarlo la ultima vez que estuve en Baires... Ahora quizás me arrepiento...

Ah: muy buenas las frases. Quizás utilice la segunda como cita para un texto que, si llego con los tiempos, presentaré en esta semana a un concursito

PD: siguiendo con el tema: me olvide de devolverle a la Negra el ejemplar de La Biblia de Neón, que tengo hace un año...

Fede Go dijo:

No sé si te acordarás, pero el otro día te comenté que estaba por empezar a leer un libro de Piglia, recientemente editado. No pudimos ponernos de acuerdo en el título, porque vos me decías uno -"El último lector", efectivamente el último escrito - que a mi no me sonaba. En efecto, no estaba por leer "El último lector", sino "Prisión perpetua", una reciente re-edición de dos historias escritas en 1988. Son interesantes, aunque siempre me pase lo mismo con Piglia. Al final de la lectura, mi sensación es: "mucha erudición, poca pulsión". Disfruto su narración, pero mientras leo nunca puedo olvidarme de la literatura como disciplina y perderme en el relato.

Te comparto dos perlitas que marqué y que, curiosamente, estan casi en la misma página:

"Flaubert. La novela moderna es una novela carcelaria. Narra el fin de la experiencia. Y cuando no hay experiencias el relato avanza hacia la perfección paranoica."

"La lección del maestro. Alguien hace algo que nadie entiende, un acto que excede a la experiencia de todos. Ese acto no dura nada, tiene la cualidad pura de la vida, no es narrativo pero es lo único que tiene sentido narrar."

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"El arte es síntoma y respuesta a aquello que los hombres nunca podrán ser aunque nada les impida soñarlo. (No sé: se me acaba de ocurrir)".

MORETTI DE VIAJE (2ª PARTE)


Canciones

Manuel no dejará de mirar por la ventana hasta bien entrada la charla. Uno de los motivos que traen sus ojos hasta la mesa es la pregunta acerca de la canción Oscar De La Hoya, primer corte en versión demo que está sonando en las radios (3), como adelanto del tercer disco de la banda que aun no tiene empresa distribuidora.

- En una época estaba saliendo con una chica a la que le gustaba mucho el boxeo, y a los dos nos encantaba De La Hoya. Y nada - dice Manuel con una pequeña sonrisa en la boca -, un día salió un riff, así. Una de las pocas cosas que me gusta los sábados a la noche, cuando hay buenas peleas, es estar reunido con amigos, tomando tragos y mirar alguna que otra pelea. De La Hoya tenía una manifestación casi artística de boxear.

Después dice que su música podría no ser lo que parece; que muchas letras son complicadas aunque parezcan sencillas, y que eso es algo que no puede decir él mismo. Que hay un reconocimiento popular de cómo escribe. Y no precisamente porque escriba de manera sencilla.

Público y más canciones

- Después de la disolución de los Peligrosos Gorriones, ¿Estelares vino a convertirse en la banda más popular de La Plata?

- Nosotros estuvimos siempre igual convocando gente. Quiero decir, siempre estuvimos entre 200 o 300 personas. De todas formas, creo que hay grupos que convocan más gente que nosotros. Los Guasones, por ejemplo.

- Me refiero al estilo...

- Lo que puede ser es que tanto Gorriones como Estelares fueron las dos bandas de edición nacional con contratos para sellos, (4) y que a partir de eso se haya creado un reconocimiento. Pero creo que el reconocimiento en sí vino de una parte especializada de la prensa, y después del público.

Dice que las canciones que le pertenecen y más le gustan de los dos primeros discos son Extraño lugar, Pelotita de ping pong y Febrero; y La ruta se ha roto y Rodeos del segundo. (5)

- Yo no soy ornamentalista. En un momento sentí que lo que más me gustaba de la canción era como un colchón, el beat básico del pop más la armonía con arreglos sutiles, y después las voces. Hay toda una estructura en este tipo de canciones. Tenés que sondearlo.

En Extraño lugar, justamente, esas bases pop se entremezclan con ritmos de vals, acordes tangueros, siempre movimientos melancólicos de la voz.

- Por mucho tiempo dijeron que las canciones de Estelares eran de amor, y ya no decía nada, hasta que hace un tiempo alguien me dijo “Manu, las de Estelares son canciones de desamor, son todas canciones de desamor”. Y a eso yo lo sabía desde que escribí la primer canción.

Músicos

De entre los tangos, rescata Naranjo en flor o Gricel. El tipo que más hondo le cala, dice, el único que le hace sentir felizmente argentino, es Charly García, con sus frases “que me rompen el alma”.

Tiene alguna propuesta dando vueltas para una carrera de solista, pero Manuel prefiere seguir planeando las canciones del tercer disco de Estelares. Graba mucho, solo, en su portaestudio, en la cual ha hecho casi sesenta canciones aun no editadas. (6) Escucha Tom Petty, John Lennon de solista, Elvis Costelo, Radiohead, Blur, Telonyus Monk, Peter Hammil. Canta un pedacito de Love song, de Hammill.

- Es una canción totalmente lírica. Como esa frase de Calamaro, en una canción muy sencilla como es No tengo tiempo, de Nadie sale vivo de aquí, que dice: “Soy un extranjero en mi propia casa y eso no tiene perdón”.

“Di mi número de casa a todos menos a la traición”, vendrá a decir otra de las canciones.

Esta es de Manuel Moretti.



(1) Siete años después colgó, en una página web, varios discos inédito solista suyos, entre ellos uno llamado El mundo al revés.
(2) Fueron ocho, no diez.
(3) En esa época, con amigos hacíamos un programa en Radio Universidad. La versión que pasábamos es que, años después, colgaron en esa página web. La que salió en Ardimos tiene otra producción.
(4) Manuel se refiere a las bandas de su generación, ajeno a los ya citados por él mismo Virus y Redondos.
(5) Los dos primeros discos de los Estelares fueron grabados en Del Cielito y distribuidos por DBN, y después por Del Cielito-BMG. Entonces cancelaron contrato para poder negociar el tercer disco con otra empresa; “con la que venga”, por aquellos años.
(6) Idem 1 y 2.



MORETTI DE VIAJE (1ª PARTE)

“El vacío forma parte de mí”

(Entrevista hecha en 2000, cuando Estelares todavía no comercializaban Ardimos)


El tipo de la mesa de al lado

El tipo que se sienta en una mesa y pide un café cortado tiene 34 años, nació en Junín, provincia de Buenos Aires, residió unos años en Capital Federal y vive ahora en La Plata. Tiene una muy buena relación con sus padres, “personas sumamente inteligentes y afectivas” de los que se considera amigo. Utiliza expresiones como “sensación de desierto”, “tristeza congénita” u “horizonte diáfano”. Habla mucho de sus ex mujeres; quizás por eso escribe y compone canciones de amor (“de desamor, Manu, de desamor”).

Suele decir cosas como “Ya no me verás caer / si me acostumbré a esta vida / vi la ruta del invierno y el frío de abril / y conseguí un piano, un abrigo y un souvenir. / Cultivé tantas rosas / que alguna me tuvo que herir” en canciones como Frescos como uvas, que, junto a Extraño lugar, hablan de la huida, muchas veces el motivo de un viaje. O “Suena el timbre otra vez / quién será esta vez / voy a la puerta y desahuciado / su fantasma vuelvo a ver (...) Y si eso es lo que te pasa / yo ya me mudé de casa”. Algo que tiene que ver con Calamaro.

Licuados Corazones fue su primera banda. Trabajó en un bar, que se llamaba El Taller, al que iban algunos Virus y gente que conocía a los Virus, y algunos Redondos y gente que conocía a los Redondos.

El tipo que se sienta en una mesa y toma un café cortado con tres sobres de azúcar se llama Manuel Moretti, y es conocido, más que nada, por ser cantante y compositor de Estelares.

Cine, TV, Letras

Dice que le gusta mucho el cine clásico de Hollywood, directores como Casavette, De Palma, Minelli, Coppola, Scorsese. Habla mucho de ellos, amándolos con las palabras.

- Me gusta leer también, pero son como épocas. Aunque, últimamente, estoy más teleadicto. A veces para colgarme. El año pasado escribí una canción: “Estoy adicto a la televisión / estoy adicto a nada que hacer / sólo mirar el techo y esperar / y ver el mundo al revés”. (1)

Dice que no le interesa la política ni la economía, que todo suele ser un comecoco. Que suele renegarse mucho con el mundo.

- A veces es fatal, es triste. Los asesinos están digitando nuestros días. La muerte está institucionalizada. Un continente entero se muere de hambre. Y nos parece que así es normal.

Invita un cigarrillo. Toma el café. Pide un vaso de agua.

- El tiempo actual me gusta mucho más que el anterior - continúa Moretti -. Y además me siento más vivo, sano y a salvo; como más joven. Dentro de diez años me imagino tocando el piano y grabando en mi estudio. Y dentro de veinte, me veo escribiendo libros. O por ahí un poco antes. Yo creo que antes. (2)

Mientras habla su vista hace vaivenes entre el interior del bar y la ventana que da a Calle 1. Un par de ojos marrones se esconden tras unos anteojos de grueso marco negro, recóndito tras los cabellos que caen ondulados.

- A esta altura el camino es agradablemente largo. La sensación que tengo es esa. Los encuentros reales son bastante difíciles. Todo es un gran desierto. Vas caminando y decís “tengo fiebre, tengo fiebre”. El viento sopla para que todo se rompa en estos lugares. Yo a todo eso no lo veo como metafísica. Lo siento como caminos que te tocan curtir, y a veces... a veces suenan sirenas. Y un día, después de ese viaje, te levantás una mañana y ves el horizonte diáfano, el amanecer rojizo, y decís: “Es increíble, mirá el resultado que dio”.

Un mundo interestelar

Ante la pregunta, Manuel cuenta que empezó a hacer terapia psicoanalítica por una historia de amor. Y porque venía “de planear mucho, de andar en un viaje lisérgico, de consumir cualquier cantidad de cosas”.

- Venía de Venus, de Júpiter, Alaska. Estuvo bueno meterme en terapia. Al principio fue gracioso, porque no creía nada, fue como que estuve un tiempo en duda.

Al escucharlo, uno parece estar leyendo El Perseguidor de Cortázar, apenas un Charlie Parker menos corroído, menos desconcertado.

- Yo siento que ya fui el más malo, y que no puedo volver a serlo porque no me sale, aunque a veces tenga ganas de saltar al vacío. Pero tengo la sensación de que el vacío forma parte de mí. Ya no puedo volver a saltar, no porque me dé miedo, sino porque ya está, porque lo llevo adentro. Al igual que la dicha.

Entre los viajes por el espacio sideral de Júpiter y Venus y esa mezcla de panorama con alucinación de los escritores de los que habla Moretti, parece verse justificado el nombre de la banda.
- Los escritores que me encantan son lo que, en algún momento, siento que la cosmovisión que están narrando me cierra. Un libro que leí, El corazón de las tinieblas, de Conrad, hay partes que me parecieron increíbles: nadie conoce el autentico corazón de las tinieblas, y yo que volví de allá. ¿Alguien conoce la nada total, el silencio de la nada?

domingo, 6 de abril de 2008

HAY DÍAS SOSPECHOSAMENTE LIGHT...

Diario de un onanista

08.15. Me despierto. Estoy empijadísimo.
08.30. Me lavo los dientes. La miro con cariño. Se me va el puño. Pero me las aguanto.
08.35. Me visto y tomo unos mates. Se me revienta el pantalón.
08.55. Termino de desayunar. No aguanto más. Me la casco. Con esta y las dos de anoche, estoy hecho.
09.30. Llego al laburo. Me miran con una mezcla de lástima y espanto. Mi jefa me dice: “no podés laburar en ese estado. Andá a tu casa, tomate el día”.
09.55. Vuelvo a casa. En el camino me caí de la bici. ¿Será la debilidad o la mugre que hay en la calle?
10.20. Me la casco de nuevo y me acuesto a dormir. ¿Qué otra cosa puedo hacer?
12.10. Me levanto. Tomo unos mates. Aún no sé: el baño otra vez, o la cama. Mejor las dos cosas, en ese orden.

martes, 1 de abril de 2008

La doblada (versión 08)


LA APLANADORA DEL DARK

(Dedicado a Petinatto)

Situación: Luz naranja sutil sobre el escenario; algún fulgor azulado, apenas un blanco fijo sobre la menuda figura del vocalista con sus brazos abiertos en cruz. La guitarra a la izquierda, detrás; la batería al fondo, ajustes de relojería; el bajo vibrante y omnipresente, la trompeta a su turno.

Esta impronta que ofrece en vivo de La Doblada, una orfebrería que se asemeja a un sueño lúdico donde cada uno sueña lo suyo pero todos hacen lo mismo, es la misma que en sus discos.

En el ’96 editaron Elogio al mal paso de manera independiente (al año reeditado por DBN, al igual que los dos siguiente), donde aparecía una tríada pop-rock-funky cruda e intencionadamente desalineada. Ahí estaban el dance de Vamos a bailar un poco, y Gaucho ginebrero, que Skay Beillinson votara como Mejor Canción – además de Mejor Disco –en la encuesta de Clarín de ese año.

En el ’98 fue el turno de Herpes, con tapa y toques mexicanotes, un funky más Crook y donde aparece el único cover grabado por la banda: una versión ablusada del bolero Perfidia.

Mientras el país se caía a pedazos, los doblados insistían y en el 2000 editaron 3, el LP más heterogéneo: desde el oscuro, breve y certero Brilla hasta el pop de Cuatro tontos (un guiño autorreferencial de la banda), desde los hits radiales Cricóptero y Loco ticket hasta el cuelgue de Planeador y Viajaré.

Después de sucesivas formaciones (tener percusión y saxo – a cargo de Fernando Colombo, aquel del primer disco de Don Cornelio y la Zona – y ser una de las pocas bandas en usar ese lap-steel tan gilmouriano) y una pausa sabática, La Doblada volvió a enderezarse en formato quinteto: Hernán X en batería, Luis Pesciallo en bajo, Oscar Reyna en guitarra, Javier Lecumberry (alias Lecu) en voz, letras y teclados, y Ricky Lestanguet en trompeta. Y siempre con una especie de grupo estable de fieles en cada recital, sobre todo en los íntimos del subsuelo del Imaginario Bar de Bulnes y Guardia Vieja.

A fines de 2007 La Doblada editó Souvenir Volumen 1, un cúmulo de 9 canciones hecho de materia oscura, que habitan un lugar cerrado y en penumbras envuelto en cortinas (las mismas de la tapa del CD, quizás), pasando del “alter latino” a un embrión de Roger Waters con síntomas de bandoneón: “todos escuchamos Piazzola, todos escuchamos Pink Floyd”.

“Desde 3 hasta ahora – dice Lecu, front-man y alma máter del grupo – cambiaron un montón de cosas. Entre tantas cosas, cambió la ansiedad. Estamos un poco más eléctricos, más tranquilos, nos frustramos menos. Y estamos más convencidos que nunca”.

Volumen 1 fue grabado “muy despacito, tranquilo, pudimos producirlo y editarlo bien. Quedamos muy conformes. Y el resultado esta a la vista”. Según Lecu, el ingreso de Oscar Reyna le aportó “lo que aporta un músico que es claro, poseedor de una gran musicalidad”.

Y si un disco se llama Volumen 1, significa que... el 2 va a ser grabado entre abril y mayo, con la misma formación y 9 o 10 canciones entre las que seguramente estarán Pacto, 200 kilos de pobreza, Navegar y La vida va, que vienen tocando hace rato en vivo.

Lo más probable es que las canciones sigan sonando rotundas y potentes. Como atravesadas por una especie de aplanadora del dark.


La Doblada (versión 01)


FUNKY DOWN: LA BANDA DOBLADA

A la izquierda, adelante, la trompeta y el saxo; detrás, la guitarra. Al fondo, en el medio, la batería. A la derecha, el bajo, solo (antes a sus espaldas había un percusionista, y a veces a su derecha hay un lap-steel). Y en el centro de la tarima, un teclado con un micrófono, ocupado por el vocalista, tecladista y compositor.
Así se ve La Doblada arriba de un escenario. Claro que eso es sólo la imagen.
Hay bandas que son de garage, como la de Spinetta y sus Socios del Desierto – de la cual algún crítico dijo: “Es como que te inviten a comer ocho platos de ñoquis y no te den un vaso de agua” – y hay otras que son de subsuelo, que suenan debajo de todo, de manera que si pasás por la puerta del lugar y las oís, bueno, te dan ganas de ver qué pasa ahí en las profundidades.
O podría ser una de esas bandas que te hace decir “carajo, si tuviera guita haría que esos tipos toquen en vivo, a los pies de mi cama, la canción de las buenas noches”. Y muchos vasos – y no de agua –, y algo para picar.
Lo cierto es que estos siete tipos acaban de sacar su tercer disco, 3 (1), nada de andar rebuscándoselas para el nombre.
El primer hijo de la bestia nació en 1996, con producción independiente, como cualquier hijo de vecino, y bajo el mote de Elogio al mal paso – toda una alegoría, un simbolismo, sí señor –, con estética, música y tapa en blanco y negro. Luego (como Víctor Sueiro) volvió a nacer bajo la distribución de DBN, con quien la banda se quedaría, hasta ahora.
El segundo vástago fue Herpes. Quizás no tan furioso, más melódico, armadito, como traído para el lado del jazz.
- Hay una cosa de ruta en las dos tapas – dice Ricardo Lestanguet, saxo –. Una es una ruta deshabitada, camino a Córdoba, con una flecha dada vuelta – la de Elogio... –. Y la otra es una ruta con un paisano capanga – la de Herpes, un personaje que quiso ser mexicano y acabó siendo una reminiscencia del Gaucho ginebrero del primer disco, el mismo que Skay Beillinson votó como mejor canción del año ‘96 en la encuesta del Suplemento Sí de Clarín.

Sujetos, certezas y videos

Javier “Lecu” Lecumberri, voz y teclados; Ricardo Zuvilia, guitarra; Ricardo “Ricky Cricy Rickry” Lestanguet, trompeta y coros; Fernando Colombo, saxo; Luis Pesciallo, bajo; Hernán X, batería, más la ocasional presencia de Pablo Hadida en lap-stell - ese instrumento tan gilmouriano. Aunque, la banda fue moviéndose: sexteto en el primer disco, con un percusionista llamado Federico “Catupeco”" D' Angelo y otro bajista, llamado también Federico, pero apellidado Morán; octeto en Herpes, los de ahora más la percusión, previo paso como bajista de Hadida, (de quien se puede recomendar su acústico primer disco solista, más norteamericano que Jerry Lee Lewis).
Armada bajo la estructura rítmica y armoniosa de un cadente espacio donde desplazarse, el movimiento tampoco se halla ausente. Ese subsuelo que podría llamarse La Doblada tiene dos techos: el funk, el más seco, el de Elogio..., y el más refinado, el de 3. Y siempre el dark, presente con aviso, escondido perpetuamente y cambiándose de escondite.
Y he aquí una dificultad: ¿Qué tan acostumbrados estamos a definir las cosas por su parecido, que, cuando aparece algo de lo que no podemos obtener referentes, nos ciega la boca? Pues bien, es difícil encontrar rasgos de otras bandas en La Doblada, que no sean escasos aires vagabundos del desaparecido Morphine o de Rey Patricio o de Madness o de qué más. Si hasta a veces puede sonar parecido a Las Pelotas...
Los vientos, irremediablemente, otorgan condiciones atmosféricas; es una banda que tranquilamente podría escuchar James Bond o sonar en una peli de Tarantino.
Son cuatro los videos que la banda ha filmado: Nada, el primer corte del primer disco, y Vamos a bailar un poco, fueron dirigidos por Adrián Caetano (director de Pizza, birra, faso) en blanco y negro. De Herpes se filmó Laberinto y No me hablen de España, con tomas hechas en el Uruguay – con actores de la Escuela de Teatro Sebastián del Carmen de Colonia – y en el Imaginario Cultural (2), bodegón propiedad de Lecu y Matías Godio, una mezcla de productor-gurú y estratega social de la banda (3).
- La creencia es que todos los españoles que vinieron a la Argentina, vinieron a hacer la América – dice Lecu, propietario de una inconfundible voz podri a la hora de cantar, a la hora de hablar respecto a No me hablen... -. Bueno, no es el caso de mis abuelos, y de muchos otros, que vinieron huyendo de Franco.

(1) Los invitados a ese ágape fueron el Gonzo en saxo, Celsa Mel Gowland en coros y Guillermo Piccolini (Pachuco Cadáver) en piano, sintetizador y producción artística.
(2) En aquella época, el Imaginario estaba en Armenia y Honduras. Hoy, en Bulnes y Guardia Vieja.
(3) Alguna vez, Lecu, Skay Beillinson, Willy Croock y Manuel Moretti pensaron en armar una banda (teclas y voces; guitarra; vientos y voces, y otra guitarra y voces). Hubiese sido una Big Bang Band. Otro proyecto de Lecu, años después, se llamó HLX, junto al batero y el lap steel de La Doblada. Tiene grabado un disco completo que nunca se editó.


El día que toco Seru Giran en Salto

(Gracias al amigo Fede Morán)

EL DÍA QUE TOCÓ SERÚ GIRÁN EN SALTO

Corría el año '81 u '82. Charly García (Carlos Alberto García Moreno según su DNI, concertista de piano desde los 12 años), el Beethoven nacional, comenzaba a construir el inmenso habitáculo del reconocimiento público que en unos pocos años su grandeza musical le daría. Mientras tanto, en un pueblo perdido de la pampa húmeda del que Charly seguramente no tenía conocimiento, un grupo de chicos a punto de cerrar su ciclo de estudios secundarios planeaban la manera de juntar fondos para el viaje de egresados.

Una división del Colegio San Martín denominado UTABI (Unidos Todos A Bariloche Iremos, un verdadero paradigma del ingenio aplicado a la sigla) se hacía unos mangos con bailes de carnaval y de fin de año, ferias del plato, alguna rifa. Dentro de los UTABI había un subgrupo, integrado por músicos que componían la banda Atropus: Guillermo Vallarino y Federico Morán, de esta división, junto a Leandro Cuchi y Juan Rojas, que tenían como Meca Sonora a Serú Girán.

Entonces, estos visionarios tuvieron una nueva idea, una idea reveladora, trascendental, inaudita, casi descarriada. La pregunta fue: "¿Cómo hacemos para traer a Serú Girán a Salto?".

En ese momento, los únicos canales de televisión que se veían en Salto eran el 3 y el 5 de Rosario, y algunos de Buenos Aires si uno apuntaba la antenita para el lado indicado. No había Internet. No había radios FM. Si uno quería un disco, había que encargárselo a Enio (dueño de la única disquería del pueblo por entonces) para que llegara 20 días después. Siempre y cuando hubiera leído la revista Pelo.

Así y todo, los muchachos de Atropus y UTABI se las ingeniaron. En la contratapa de uno de los discos de Serú Girán (al lado de la famosa leyenda "Disco es Cultura!") decía "contrataciones". Ahí llamaron. Averiguaron que los Serú cobraban algo así como $1500 de la época, mientras que el grupo sólo había acopiado $400. La picardía criolla de quien quiere convencer al otro de que el entusiasmo propio es el acertado, los llevó a decir que traer a Serú era "casi lo mismo que traer a Sui Generis, los que cantan Rasguña las piedras...". (Cosa que a Charly no le hubiera convencido mucho: él quería cortar su cordón umbilical con Sui Generis y, para eso, ya en el ’78 había sacado su primer disco con Serú; en el medio, había fundado "La máquina de hacer pájaros".)

Con las valijas llenas de emoción, entonces, los muchachos se mandaron un viajecito a Buenos Aires. Recalaron en una oficina de una galería de la calle Santa Fe, que no era ni más ni menos que de Daniel Grinbank. Increíblemente para este nivel de las cosas, bastó con un contrato de palabras: nada de adelanto, nada de precontrato. Todo arreglado: Serú iba a tocar en Salto.

Las cosas Giran

Al toque comenzó la promoción y venta de entradas anticipadas para el recital de Serú Giran en el Gimnasio del Club Compañía... Pero mal, muy mal: 40 entradas, promedio. Las esperanzas flaqueaban a la par de la escasa recaudación.

Cuando los músicos llegaron, hubo que ofrecerle una garantía firmada de que les iban a pagar, más allá de la gente que fuera al recital. Mientras los plomos armaban el equipo de sonido, Moro, Aznar, Lebón y García se fueron a tomar un cafecito frente a la plaza, con la delegación de UTABI por detrás, como si el cuarteto fuera en uno solo El Flautista de Hamelin. En medio de la charla de café, surgió un viaje, una búsqueda pueblerina, y allá fueron, Grinbank y compañía a pasear en un Dodge 1500 celeste un poco derruido, picado de chapa, propiedad de Pedro Aznar, a vagar por las calles.

La cosa es que el momento de la función llegó, ocurrió lo tan temido: una asistencia de no más de 90 personas para un recital que los Serú, rápidos, inteligentes, soberanamente geniales en lo musical y lo humano tomaron como un ensayo, para que el aire de la noche se envolviera de talento e intimidad.

Tocaron todas las canciones del disco "Bicicleta". Como si fuera poco, se cambiaron los instrumentos (¡!) e hicieron un largo set con canciones de los Beatles. Lebón (guitarrista) en la batería; Aznar (bajista) en el piano; Charly (pianista) en el bajo; Moro (baterista) en la guitarra. Como cierre, una improvisación de jazz, de nuevo cada uno en su instrumento, broche dorado para un momento con aires de eternidad decorando lo azaroso, pero como en el living de casa.

¿Qué paso con UTABI? Se fundieron, qué otra cosa... Hubo que volver a empezar con la recaudación. Pero hoy, 24 años después, digan la verdad: ¿quién no cantó alguna vez eso de "esas motos que van a mil sólo el viento te harán sentir"...?

MARTA MINUJIN

Esta nota la hicimos con mi amigo Nico (Daniel Nicolini) en 2001

SOY POP

Hay cosas que ni siquiera pueden llegar a intuirse. Por ejemplo, pensar que es sencillo y corriente vivir un día en la vida de Marta Minujín. Una mujer con el pelo del color del chocolate blanco, marcada con sólo algunas arrugas por los años; descomunalmente vital. Una mujer que sale de su taller con una cartera de cuero negro y un reloj de pared, de material plástico, rojo azul y amarillo, con la cara del ratón Mickey estampada.
- Tengo que ir a mi casa - su voz tiene una velocidad incalculable -. Llámenme allá en media hora. Ella - señala a una mujer mayor - les va a mostrar el taller. Saquen todas las fotos que quieran. Voy a tomar un taxi.
Es sólo el comienzo. Para el coche izando el reloj con la cara de Mickey. Sube. Desaparece.
- Me vuelve loca, siempre pierde todo - argumenta María del Carmen, alias Maruca, una especie de hada guardiana de 82 años que vive en una propiedad contigua al atelier de MM, una inmensa casona centenaria ubicada en el barrio de San Cristóbal. Allí no hay un sólo ambiente en orden; el caos (quizá armónico para el artista) es notorio: Esculturas terminadas, partes de instalaciones ya exhibidas, el esqueleto de la Estatua de la Libertad que recubrió con frutillas. Obras monumentales.

“La artista más famosa del mundo”

Segunda posta, cuarenta y cinco minutos después. Bar Le Pont, Montevideo y Juncal. Una mesa para tres que por ahora son dos y una pregunta al mozo:
- Perdón, nosotros teníamos que encontrarnos con Marta Minujín...
- Ah, sí, dijo que ya viene.
A los quince minutos aparece la Gran Dama del Pop. Lleva un guante de látex en la mano izquierda y una bolsa plástica de supermercado en la derecha.
- Es por la artrosis - aclara, levantando el guante -. Y estas son reducciones de obras; las vendo en los bares, a 15 pesos cada una.
Víctima de su propia inquietud, le es imposible mantenerse inmóvil: va hasta el mostrador, se estira, flaca, zigzagueante, le dice al encargado:
- Las velas son arte efímero. Tomá, te dejo una de regalo.
Mientras la Dama del Pop está en la barra, una mujer de la mesa contigua pregunta:
-¿Esa es Marta? Está más flaca.
La voz de una señora mayor murmura una pregunta. La mujer responde:
- No, mamá, Marta, mi amiga, no. Esta es Marta Minujín, una artista plástica.
Cada vez es más fuerte y convincente la idea de que nadie la desconoce; que, aunque nunca la hayan visto en vivo y en directo, su imagen es más fuerte de lo que la misma experiencia impone.
Entonces MM vuelve a la mesa, siempre con el guante calzado en la mano. Trae un plato con palitos salados. Se sienta y comienza con su soliloquio. Siempre velozmente, aclara que, en general, trabaja por canje: con hoteles, aerolíneas, gimnasios, dentistas, casas de ropa. Incluso su auto, un Renault Mégane, lo canjeó “por arte”. Inocentemente, la pregunta es si el trueque lo hizo en una concesionaria. “Con el dueño de Renault directamente”, es la natural respuesta.
- Canjeo todo. Es una manera de corromper a la gente con el arte. Con el restaurante arreglé que me pagara la escultura con comida. Entonces voy a comer y se descuenta de la escultura.
Cuenta, como al pasar, que en su vida lleva ganadas diecisiete becas, la mayoría en Francia y EEUU, la primera a los 19 años. En esa oportunidad, con el dinero ganado, hizo folletos con la inscripción “Marta Minujín, la artista más famosa del mundo”, y los tiró por toda la calle Florida. Refiere también que construye sus obras a través de una Santa Trinidad: la Acumulación, el Corte y el Movimiento, y que la cabeza que está en el hall del Village Recoleta costó 80 mil dólares.
- Me la compraron. La galería ganó treinta y pico mil dólares, y hacerla me costó 16 mil.
-¿Los precios finales son así, siempre, un 200% del costo?
- Todo es costo; es brutal el costo. Con algunas pierdo mucha plata. Yo gano con las de yeso, y pierdo brutalmente con las de bronce. Pero la gente es tonta, y le gusta más el bronce que el yeso. Las de bronce las termino yo, pero las de yeso las hago yo. Quiero imponer el yeso no como material temporario, de paso, sino como material definitivo. Vendo ocho esculturas de yeso, hechas una por una, y ocho de bronce, hechas una por una. Mis esculturas son muy difíciles de fundir, porque tienen cara, ojos, pelo. Al serruchar el original, se puede romper el molde, y el molde cuesta seis mil dólares. Del fundido sale con “barba”, rebordes. Hay que lijarlo, soldarlo, y ahí tengo que ir a la fundición. Y eso es todo un costo adicional.
Se detiene de repente. Desde la nada, agrega:
- Bueno, basta, basta. No graben más. Vamos a casa que me tengo que cambiar. Después vamos a ir a una exposición en el Recoleta.

Mentirosa pop

La casa queda enfrente del bar, en un elegante primer piso con un balcón que da a la plazoleta. “Esta es una de las casas donde paro”, aclara sin que nadie le pida aclaraciones.
-¿Tu hija qué edad tiene?
-21.
-¿Y tu marido?
-58.
-¿Y vos?
Dice “56”; miente. Siempre miente con la edad. Alguna vez dijo haber nacido en 1941; otras en 1943. En otros casos, omite mencionar el año de su nacimiento. Lo que se puede ver del dúplex provoca una rara sensación: está vacío de muebles y atestado de esculturas. No hay decoración, a no ser las dispersas obras que funcionan como un anárquico ornamento de los ambientes.
-¿Me hacen un favor? Vayan a buscar el celular a la casa de reparaciones que está acá a la vuelta, sobre Santa Fe. Ah! Y si pueden, cambien esas lamparitas que están quemadas.
Lo de las lamparitas no se puede llevar a cabo debido a dificultades estructurales de la construcción edilicia, pero ante lo del teléfono, resulta imposible negarse al petitorio a causa de lo disparatado. De regreso, celular en mano, hay que contribuir un poco más con lo minujinesco: estampamos en una pared del departamento nuestros números telefónicos. La agenda, inmensa, ocupa dos paredes del dúplex.
- Bueno, vamos a la exposición - dice, luego de media hora de cambios en la que lo único que cambió fue la blusa que se esconde debajo del traje plateado.

Velocidad minujinesca

Subimos a un taxi. Apenas se cierra la tercera puerta, la voz de MM dice:
- Doble en la esquina. A velocidad minujinesca.
Todo el viaje, para el taxista, será una experiencia alucinógena, entre confusa y ficcional.
-¿Cómo se llama usted? - dirá él.
- Marta Minujín.
- De Marta me voy a acordar, así se llama mi hermana. ¿Y qué hace?
- Soy filoscultora. Yo inventé la esquizofrenia absurda.
Doblamos un par de veces y rodeamos una plaza. El barrio de Recoleta está gallardamente iluminado; no puede escapar a su esencia. En medio de resplandores, la pregunta a Minujín ahora es por qué nunca tomó al sexo como motivo artístico.
- Mi obra está en la idea, más allá del cuerpo. No hay racismo en las calaveras, no hay racismo en los esqueletos. Todos los esqueletos son blancos. No hay huesos negros ni rojos. Todos los huesos son blancos.
Las expresiones del taxista podrían definirse, rápidamente, como las de un tipo tomado por sorpresa.
- Hablo como una cotorra, ¿no? - acierta Minujín desde atrás.
Y se pone a dibujar una figura repetitiva en su obra: varias caras, uno y a la vez todos los rostros de un mismo individuo, la fisonomía completa y consecutiva del ser humano. La bosqueja en el vidrio de la ventanilla, con un fibra de secado rápido de color plateado.
- Quedó hermoso el dibujo - dice Minujín al bajar del taxi -. ¡Viva en arte! - le grita al tachero antes de cerrar la puerta.

Marta entre los juguetes

Un bazar del BA Design vive el microcataclismo que desata la irrupción de MM en cualquier lugar. Da mil vueltas para comprar una lata de gaseosa que finalmente no compra y conseguir un par de platos blancos para dibujarlos y ofrecérselos como obsequio a los reporteros. Finalmente, el espacio elegido para la consumación de la obra sobre una vajilla-soporte es el mostrador de una juguetería: difícil de describir la azorada expresión de las empleadas viendo a una mujer con sombrero irrumpir en el local, instalarse junto a la registradora, pedir un par de fibrones y dibujar un perfil de mujer en varias dimensiones. La idea de la silueta, la repetición del mismo diseño que quedara en el vidrio del taxi.
- Me divierto trabajando - dice Marta, antes de salir de la juguetería.
De allí al Centro Cultural Recoleta, a la exposición de la artista plástica Silvia Montes, esposa del Jefe de Gabinete nacional Chrystian Colombo. La muestra es una serie de instalaciones audiovisuales que tienen como temática el agua, sus rumores y sus coloraciones en rojo y en gris. Cuando la Dama del Pop hace ingreso, con su ambo plateado, el resto de las cosas pierden brillo. Ni el Jefe de Gabinete ni su esposa-expositora pueden detener el viraje en la atención que provoca la visita, una especie de eclipse que viene a confirmar una regla: MM es la popularidad en sí.

El número universal

- Ocho es el número universal. Por ejemplo, del David de Miguel Angel hay ocho. De Rodin, también, hay ocho Pensadores. Es por ley. Porque el artista tarda cinco años en hacer una escultura. No podés vivir de una sola escultura.
-¿Y por qué ocho y no doce?
- Ah, no sé, andá a preguntarle al que la inventó. Hay ocho. Puede haber miles, pero los otros son falsos.
-¿Y cómo se sabe si el falso?
- Hay una chica que agarró mis esculturas, tal cual, les sacó el molde y las reprodujo. La firma de Marta Minujín se la tapó. Está vendiendo como loca: barato, feo. Vende falsos Minujín. ¿Sabés cuál es la manera de detectarlos? Por el peso.
-¿Siempre componés en cantidad?
- La gente se cree que yo hago una sola escultura, siempre la misma. No es así. Yo no hago escultura. Caí con los griegos por un concepto filosófico, que es traer las cosas del pasado a esta época, fragmentado. Somos seres fragmentados. Porque los filósofos no hacían esculturas, expresaban ideas. El Pensamiento en Apolo, la Belleza en la Venus. No es la escultura por la escultura como es la contemporánea. A mí no me interesa la escultura: represento ideas.

Iluminismo tecnológico made in Korea

En el taller de Humberto I° hay montada una estructura que, a fuerza de parecer ya casi lista para su exposición, llama poderosamente la atención. Es un bastidor de alambre tejido que soporta cientos de tornasolados cristales de anteojos de sol.
-¿Cómo construiste esa escultura?
-Lo de los anteojos es una nueva técnica que hago, el Iluminismo tecnológico. Eso va colgado en la pared, afuera, y cambia sesenta veces de color.
-¿Y cuántos pares de anteojos compraste?
- No, me los regalaron. Eso surgió de unos coreanos que habían contrabandeado todo eso, y un día tocaron el timbre en mi casa y dijeron “señora Minujín, le traemos un regalo, pero no salga a la calle ahora, salga dentro de un rato”. Al rato salgo y, de acá hasta allá, estaba todo lleno de cajas de anteojos. Las guardé, y cuatro años después me surgió la idea y la empecé a hacer.

La teoría del pop

-Soy una artista pop.
-¿Y qué es el pop?
-Pop: cultura instantánea, la filosofía del devenir, pero desde el punto de vista de vertirse en. Es como diversión. Es decir, acá está todo analizado así: lo que la gente llama esculturas son construcciones que asemejan esculturas. La gente, cuando ve mis cosas, primero le da un golpe de impresión, de belleza, y se traslada; después se divierte. Eso es el pop: divertido. Porque ¿qué quiere decir la palabra divertido?: Vertirse en. Por ejemplo, vas por la 9 de Julio y ves el Obelisco inclinado... te descolocás, y ahí crecés.
-¿Y no te parece que el pop hoy tiene un concepto muy amplio?
-A mí me parece tan genio Einstein como el que inventó el chicle Bazooka: masticar y hacer un globo. Me parece espectacular. Sin embargo, no sabemos quién inventó el Bazooka. Yo hago cosas que hacen reír. Como Woddy Allen. La gente entra en una catedral y llora; también podés entrar a una catedral y reírte de tanta maravilla. Soy pop, siempre soy pop.
-¿Te gusta el caos como modo de la creación?
- No, soy desordenada que es distinto. En la vida. En el arte soy la persona más ordenada del mundo. Hay un orden en el arte.

Obra y vida

Marta Minujin estudió en la Escuela Nacional de Bellas Artes. A pesar de obtener excelentes calificaciones en dibujo, pintura y escultura, no se sintió conforme con lo que hacía. Estaba interesada en ser una artista de vanguardia y lo suyo no le parecía acorde a esa tendencia, por lo que abandonó sus estudios.
Un día, mientras pintaba un cuadro para el que necesitaba mucha carga matérica, decidió pegar sobre la tela una parte del colchón de su cama: eso le pareció una veta original y decidió explorarla. Sus primeras obras con colchones se expusieron en la Galería Lirolay, donde la descubrió Jorge Romero Brest.
En 1961 ganó una beca y se fue a estudiar a París. Allí se vinculó con artistas del Nouveau Realisme, informalistas y de otras orientaciones (como Niki de Saint-Phalle, Jean Tinguely, Christo, Lourdes Castro y Robert Rauschenberg). Al año siguiente comenzó sus estructuras habitables cubiertas de colchones – realizadas con colchones encontrados entre los desechos de los hospitales parisinos - y sus primeras performances. Paralelamente, adscribió a las teorías de la “muerte del arte”, evitando el mercado y los museos, realizando obras efímeras y destruyendo su obra plástica anterior. Dentro de este pensamiento se inserta La Destrucción, su primer happening realizado en 1963. Para esta obra, Minujin reunió todas sus piezas elaboradas con colchones, e invitó a un grupo de artistas a “destruirlas” creando una obra propia sobre ellas. Posteriormente, un verdugo las destrozó con un hacha y Minujin las quemó, mientras liberaba 500 pájaros y 100 conejos entre los participantes. La artista desarrolló esta vía del happening (basada en acciones simultáneas y en situaciones “fuera de control”, con gran participación y apuesta a la creatividad del público), en otros eventos similares realizados poco después, como Suceso Plástico (1965), un aquelarre de motociclistas, musculosos, mujeres gordas, parejas de novios atados, pollos, lechuga y harina que tuvo lugar en Montevideo (obra por la cual Marta Minujin no pudo volver a ingresar a Uruguay por varios años) y Happening, del mismo año, ejecutada en el programa “La Campana de Cristal” que se emitía por el Canal 7 de televisión. Con Revuélquese y Viva (1964), una construcción habitable cubierta de colchones multicolores que invitaba al público a desplegar sus capacidades lúdicas, ganó el Premio Nacional del Instituto Torcuato Di Tella.
Pero Marta Minujin se hizo famosa cuando al año siguiente compuso, junto a Rubén Santantonín, La Menesunda, una ambientación transitable que proponía al espectador experimentar una variedad de sensaciones a lo largo de un recorrido de 16 zonas. Pocos meses después realizó El Batacazo (1965), otra ambientación transitable de menores dimensiones, que repitió al año siguiente en los Estados Unidos.
En 1966 ganó la Beca Guggenheim y se trasladó a New York. Allí su obra se volcó hacia los medios de comunicación y su implicancia en la modificación del entorno sensorial de los individuos, inspirada en las teorías de Marshall McLuhan. En esta línea realizó Simultaneidad en Simultaneidad (1966), en la que echó mano de todos los medios a su disposición para crear una invasión mediática instantánea; Circuit (1967), obra similar realizada en Canadá; Minuphone (1967), una cabina de teléfono que reaccionaba a los números discados, exhibida en la Howard Wise Gallery de New York, y Minucode (1968), ambientación fílmica expuesta en esta última ciudad.
De regreso en Buenos Aires, La Academia del Fracaso (1975) y Comunicando con Tierra (1976) son sus realizaciones más destacadas de este período. Poco después, inició su “arte agrícola de acción”, obras de carácter ecológico en las que combinaba el arte con la naturaleza: Repollos (1977), en el Museo de Arte Contemporáneo de San Pablo, Toronjas (1977), en el Museo de Ciencias y Artes de la Universidad de México y Oranges (1979), en el CAYC.
Por esa misma época comenzaron sus monumentales obras consumibles, que se inauguraron con El Obelisco de Pan Dulce (1978), continuaron con La Torre de James Joyce en Pan (1980) -realizada en Irlanda- y se prolongaron en una progresión de figuras simbólicas recubiertas con diferentes alimentos (Venus de Milo de queso, Estatua de la Libertad de frutillas, el Minotauro de cerezas). Paralelamente, Minujín desarrolló una serie de “deconstrucciones de mitos” en obras como El Nido de Hornero Gigante (1976) -una parte de Comunicando con Tierra- El Obelisco Acostado (1978), presentada en la ciudad de San Pablo y Carlos Gardel de Fuego (1981), realizada para la Bienal de Medellín.
Estas obras que conjugan la historia, sus símbolos y uno de los principales baluartes de la sociedad contemporánea -el consumo- desembocaron en un grandioso Partenón de Libros (1983), réplica del monumento de Atenas recubierta con libros prohibidos durante la dictadura militar, realizada en homenaje a la cultura y a la democracia.
Tras largos años de obras efímeras y de rechazar a las instituciones artísticas, Marta Minujin regresó a la escultura, siguiendo la tendencia a la recuperación de las artes tradicionales que se produce durante la década del '80. Sus obras son estudios sobre el arte clásico desde una mirada contemporánea, que inserta a la tradición en la problemática de la posmodernidad.
No obstante, continúa con sus eventos, ambientaciones y performances. En 1985, Minujin pagó la deuda externa argentina al artista norteamericano Andy Warhol con mazorcas de maíz, el “oro americano”, en una acción simbólica realizada en New York. Para los festejos del Quinto Centenario, intentó saldar el descubrimiento de América pagándole a la Reina Sofía con la misma moneda, pero razones protocolares le impidieron hacerlo. Cuatro años más tarde, intentó resolver el conflicto de Malvinas, pagando con mazorcas a una doble de Margaret Thatcher.
Su última muestra la llevó adelante en julio en Buenos Aires: el “Reality Art Show”, laberinto por el que los visitantes paseaban “espiando” a la artista que, mientras ellos miraban, trabajaba en sus obras.