Esto fue escrito por mi amigo el Doctor Marcelo Herrera hace dos años, ante la muerte del querido Fontanarrosa...
Eran las 4 de la tarde del 19 de julio y hacía escasos minutos llegaba de vuelta de Rosario. En la tele comenzaban a dar la noticia con títulos tipo catástrofe.
Confieso que las lágrimas me surgen a menudo por situaciones en las que ni siquiera vale la pena emocionarse. Al día siguiente, se conmemoraba la llegada del hombre a la Luna en el año 69, institucionalizado ya, como el día del Amigo.
Estos párrafos inconexos, en mi cabeza tienen como factor de enlace al humorista, escritor, canalla y militante de la vida, el Negro Fontanarrosa.
De ninguna manera me puedo arrogar la amistad del Negro, ni mucho menos, sin embargo la emoción y las lágrimas no cesan. Hoy 20 de Julio, los noticieros y programas de actualidad no dejan de hablar de él, los recuerdos de sus verdaderos amigos, escritores, dibujantes, integrantes de la galante mesa de El Cairo, se suceden con emoción, el sepelio dominado por banderas auriazules y aplausos aumentan la congoja.
No puedo decir que soy un lector de su obra, cuando solo leí algunos cuentos, una de sus novelas y eso sí, todas las tiras del mítico Inodoro que salen en la revista del Clarín, no más que cualquiera de los argentinos, que conocen al Negro como artista. ¿Entonces por qué las lágrimas? (tantas y tan duraderas) racionalmente inexplicable.
Rosario dio contexto a muchas e importantes cosas que me han pasado, un hijo, un título, un amor, amigos. No puedo decir que Fontanarrosa haya sido importante durante mi estancia en la ciudad, ni siquiera compartimos una vereda al caminar por el centro, sin embargo mis lágrimas no cesan.
Alguna vez me dijeron “vamos a El Cairo que está El Negro, a lo mejor nos da bola y hablamos un rato”, yo respondía “vamos a La Buena Medida a comer una mila y una birra” y sin embargo… Ni siquiera compartíamos tablón con el Negro, a pesar de que La Gloriosa se llevaba muy bien con la hinchada canalla…
Otra vez lo escuché en un reportaje por radio o por tele, no recuerdo; a la pregunta de cual era su mayor anhelo o su sueño, el respondió palabras más o menos que “lo único que quiero ser en la vida es sólo un buen recuerdo”.
Lo racional no explicaría jamás mi tristeza por la pérdida de un hombre que vivía a 200 kilómetros, de perfil llano y escritor apenas por mí conocido. No creo que me pase lo mismo cuando perdamos a Quino o a Caloi, a pesar del respeto que me significan. Mis lágrimas se explican cuando me di cuenta que El Negro podía haber sido mi amigo, como lo es de las millones de personas que lo veneran por su talento, el ofrecía su amistad a través de su pluma con sus personajes e historias y yo no me di cuenta, entonces, lloro al amigo que se fue, lástima que lo descubrí recién hoy, casualmente el día del amigo, pero nos deja su obra, que de tan buena nos hará extrañarlo cada vez más.
No hace falta que lo diga, pero su anhelo lo cumplió con creces, ¿verdad?
martes, 21 de julio de 2009
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