“El peronismo es un movimiento pendulante, donde entra un poco de todo: lo mejor y lo peor. Y un relato fantástico. Porque el peronismo, más allá de ser un movimiento político -y cuando digo movimiento político hablo de un movimiento que ejecutó políticas reales, en las cuales uno puede estar de acuerdo o no- hay un relato fantástico, porque el peronismo es abarcativo”, dijo alguna vez Diego Capusotto en una entrevista.
Podríamos agregar: lo fantástico como elemento de la ficción. Un pensamiento que atraviesa la Historia y también la literatura. De eso se trata Perón vuelve, antología de cuentos recientemente editada en la colección Andanzas de Tusquets, con selección de Sergio Olguín y María Graciela Franco. “El hecho maldito del país burgués”, dice Reynaldo Sietecase en el prólogo, citando a J. W. Cook. La lectura, entonces, ejercicio de la memoria.
Los textos que la componen viven, a la manera de la Historia misma, en el vaivén entre el encono y la reivindicación, y atraviesan hitos trascendentales varios: el bombardeo del ‘55, el levantamiento de Valle, Ezeiza, la indeleble figura de Eva. Pero no remiten en exclusiva al pasado –hablando esta vez en sentido literario–, ya que muchos de ellos son inéditos: “Boulevard Perón 1974”, de Eugenia Almeida; “Soy yo”, de Esther Cross; “Ezeiza”, de Mariana Dimópulos; “Evita Capitana”, de Inés Garland; “Let’s talk about it”, de Alejandra Laurencich; “Hacia un mundo mejor”, de Ángela Pradelli y “La muerte de Selva y el Diablo Coludo”, de Ana María Shua. A los que se suman otros con firma de fuste como Abelardo Castillo (“Los muertos de Piedra Negra”), José Pablo Feinmann (“Digamos boludeces”), Néstor Perlongher (“Evita vive”), Ricardo Piglia (“Mata Hari 55”), Osvaldo Soriano (“Gorilas”) y Germán Rozenmacher (“Cabecita negra”). Mención especial para “Colimba”, de Tomás Eloy Martínez, ficción autobiográfica que remite a una anécdota de su paso por el ejército, originalmente titulado “Primavera del 55” y publicado en un medio neoyorquino.
Claro que en esa condición de, a la vez, abarcativo e inabarcable que ostenta el peronismo, talla tanto lo que entra como lo que queda afuera. Pensemos en otros relatos: en “Desagravio” de Piglia y en “La mujer muerta” de David Viñas, en “Simulacro” y “La fiesta del monstruo” de Borges –el segundo, con Bioy–, el hemingwayniano “Esa mujer” del gran Rodolfo Walsh, ese delirio lingüístico que es “El fiord” de Lamborghini (y las claves de Wilcock para leerlo) o la elipsis de “Felicidad” del propio Wilcock.
Ya en 2000, y a
través de editorial Norma, Sergio Olguín había compuesto una antología
homónima, con cuentos de Cortázar, Luna y Fogwill, entre tantos otros, muchos aquí ya citados, y prólogo de Jorge Lafforgue. “La constelación de textos
completa la otra cara que garantiza la existencia de la moneda”, como bien dice
Reynaldo Sietecase.