Amigos: una nueva entrada, aquí, del Poeta. Primero, decirles que en los blogs de Edu Molina (dibujante platense residente en México) encontrarán muy buenos dibujos... Las dire son estas:
Por último, les dejo un par de textos: un artículo breve de El Poeta de la Gacetilla, y una definición del Gran Bukowski. (Les cuento que estoy leyendo a un tal Pedro Juan Gutierrez: un verdadero Bukowski cubano...) Salú!
Sin dueños, pero felices
Un par de veces he visto una película y nunca pude recordar su nombre. Sé que está filmada en algún país de Europa septentrional y se trata de dos internos que, por el plan de externalización, salen del psiquiátrico y pasan a compartir un departamento y a vivir como cualquier hijo de vecino. Igualmente desequilibrados, uno de ellos es la fuerza; el otro, la razón. Este último quiere hacerse poeta, pero víctima de su propia vergüenza no se anima a mostrar ni publicar. Entonces decide esconder sus poemas en las cajas de cereales de los supermercados. Sobre el final de la película, en la televisión ya se habla de El Poeta de los Cereales.
Ahora, en el mundo e incluso en nuestro país – donde, por eternos periféricos, las modas suelen llegar algo tarde – la tendencia es dejar libros en lugares públicos con el fin (sin fin) de que otros los encuentren por azar.
A esta corriente se la llama Bookcrossing (a la ligera podría traducirse como cruce de libros), surgió en Estados Unidos en 2001 y, lo más importante, en opinión de su creador, Ron Hornbaker, un empresario informático, es que sean leídos antes de volver a liberarlos. Lo cual es - más que nada – la proyección de un deseo. Un buen deseo.
De esta forma, cualquier lugar público puede ser elegido para liberar un libro (¿de qué?) hacia un lector, con la pulsión de un desdén u olvido fingido, de botella al mar.
Se dice que en Argentina el grupo Bookcrossing cuenta con casi 2000 miembros registrados online. La guía está en www.bookcrossing-spain.com y contiene, entre otros tantos parámetros, la ley de “Las Tres R”: Read, Register y Release. Lee, regístralo y libéralo. E incluso un mensaje a autores y editores: “la página no va de ahorrarle dinero a la gente”.
Como hacen los canales que transmiten fútbol, donde miden las millas que corrió un jugador en cada partido, lo encantador sería llegar a conocer cuántos kilómetros recorre un volumen al pasar de mano de mano. Las cuentas podrían hacerse si la obsesión es costumbre.
En verdad, y para concluir y sintetizar, basta leer cualquiera o alguno de los capítulos de El último lector – el último de Piglia – para comprender la magnitud de esta vocación. En la Era de la Muerte de las Ideologías y como producto de la Globalización, que no llame la atención que Paul Auster se despache con una novelita sobre esto, ya que interviene el azar. O que lo termine auspiciando una marca de cereales.
Soledad (por Charles Bukowski)
“En los peores momentos, en la peor ciudad, si conseguía una habitación pequeña, si podía cerrar la puerta de esa habitación pequeña y estar solo en ella con la cama, la cortinita rota, empezaba a embargarme una sensación agradable; una serenidad singular. No tenía problemas conmigo mismo sino con los lugares de ahí afuera, con las caras de ahí afuera, con las vidas desperdiciadas y destrozadas: la gente que se conforma con la solución más barata y más fácil. Cerrar la puerta de mi habitación era una forma de decir no a todo eso”.
2 comentarios:
Qué cosa más linda los árboles rojos. Cuando encuentro una hoja por ahí la guardo en el libro que esté leyendo. Hoy: "Moon Palace" de Paul Auster.
Au revoir!
Muy bueno Carbonel, seguí así, que EPG no muera jamás!
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