"¡Tantas manos para transformar el mundo y tan pocas miradas para contemplarlo!" escribió Julien Gracq, alguien que miraba al mundo desde otro punto de vista. El autor francés que ha muerto a los 97 años en Angers, al sur de Francia, tapaba con su pseudónimo a Louis Poirier, el hombre que escondía al escritor que ha dejado un exquisito legado literario.
Gracq, con su particular visión de la literatura en la que el hombre se sometía a la obra, se inspiró en el romanticismo Alemán y en el surrealismo dando lugar a lo insólito y simbolismo fantástico.
El gran público no iba con él, rechazó en 1951 el premio Goncourt que le otorgaron por su obra maestra “El mar de la Sirtes”, así como su nombramiento en la Academia Francesa, al entender esta distinción como un “abuso de poder”.
El lector de Gide, Valéry, Claudel, Cocteau, nunca publicó sus libros en edición de bolsillo y fueron tiradas limitadas. Lo que sí que aceptó fue la publicación de sus títulos en “La Pléiade” de la editorial Gallimard, así fue uno de los pocos autores que han logrados entrar vivos en esa colección.
La vida de Gracq comenzó en 1910, profesor de historia y escritor, vivió los grandes momentos de la historia del siglo XX. Formó parte del Partido Comunista que abandonó como repulsa al pacto entre Hitler y Stalin. En esa época escribió En el castillo de Argol (1938).
Vivió como prisionero en la II Guerra Mundial, cuyo fin coincide con su obra, Un beau ténébreux (1945), a la que un año después siguió la poesía de Gran Libertad. Y su historia continúa durante 19 obras que pasan por todos los géneros y en las que permanece su esencia única.
jueves, 27 de diciembre de 2007
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