LAS HUELLAS DE KRANTZ
(Entrevista realizada en 2005)
Pablo Krantz vive en Francia hace tres años. (1) Pero antes de irse, dejó sus marcas literarias y musicales y fue marcado por el efecto Argentina. Las respuestas a una entrevista hecha vía mail le dan forma y sentido a esas huellas.
Pablo Krantz nació en Buenos Aires en el primer año de la década del setenta. Tiene apellido alemán pero su familia paterna provenía de Polonia y de Bielorrusia y la materna de Ucrania y Grecia. Pasó sus dos primeros de vida en Los Ángeles, California, donde vivían por entonces sus padres. Desde entonces, vivió en Buenos Aires. La idea de los viajes ya estaba en su sangre apenas nacido. Después de una niñez que “no estuvo nada mal” y una adolescencia “catastrófica”, a los 18 años se volvió un ser sociable, se unió al movimiento anarquista y participó de una pandilla de punks. Y un día decidió (¿esas cosas se deciden?) hacerse músico y escritor.
- Desde que tengo memoria invento historias. En una época, cuando era chico, jugaba a decirle a la gente que me dijera una frase y luego les contaba toda una historia que inventaba en el momento a partir de esa frase. Siempre sentí que la escritura era lo más importante para mí. Escribir canciones o escribir cuentos son distintas facetas de una misma necesidad, no una necesidad de expresión sino de crear un mundo.
A los catorce Krantz empezó a tocar la guitarra, a cantar y componer canciones. “Soy una persona con tendencia a la obsesión y el perfeccionismo, y supongo que el hecho de hacer dos cosas distintas me permite mantener mi cerebro convenientemente ventilado”. Desde 1989 y hasta el ‘97 lideró una banda llamada El Pesa-Nervios (en referencia a un libro de Antonin Artaud) y de ahí en adelante comenzó una carrera de solista, que le daría sus buenos lauros con la banda Pablo Krantz y los Chicos Búfalo. Pero no pudo consigo mismo y ese mismo año editó su primer libro de cuentos, “Dame un coche tan rápido que no lo alcancen los recuerdos”, seguramente uno de los cinco libros nacionales de título más largo.
En el ‘98, con los Chicos Búfalo, editó “Un cheque chino para una chica checa”, un CDR del que en su época se hicieron sólo unas cien copias, con nueve temas, varios de los cuales salieron versionados en el primer disco oficial de la banda en el ‘99: “Demasiado tiempo en ningún lado”, que contiene una de las canciones de Krantz más difundidas en las radios, “Bajo cero”, que salió también como EP en vinilo, titulado “Bajo cero: mis experiencias del lado equivocado de la pasión”.
En 2001, cuando el país se caía a pedazos, Pablo Krantz construía más que nunca. Editó el libro de cuentos “La mañana en que falló la ley de gravedad”, con prólogo de Fabián Casas, y el segundo disco de la banda, con título que iba de Casablanca a los policiales duros: “Los extraños nunca dicen adiós”.
-¿Qué te lleva a elegir esos nombres tan particulares y extensos para tus obras?
- Trato de inventar títulos que se sostengan por sí solos, que provoquen algo en el que los lee y que a la vez den el tono del libro o el disco que representan. No entiendo a la gente capaz de ponerle a un libro o a un disco títulos como “Remolino” o “Me gustas”.
- En todos los títulos de tus libros y tus discos aparece un tema recurrente: la cuestión espacio temporal. Tiempo en ningún lado, un coche tan rápido que no lo alcancen, la ley de gravedad, el lado equivocado...
- Ahora que lo decís, y viéndolo a la distancia, veo que en todos esos títulos estaba la idea de estar en el sitio equivocado, de querer escapar, de no estar finalmente en ninguna parte. De hecho, mi último disco (“Las canciones de amor arruinaron mi vida”) es el primero que no entra dentro de tu caracterización, tal vez porque al fin me fui.
Pablo Krantz estaba en la Argentina de la crisis volviéndose loco para hacer cosas, para sacar sus discos y sus libros mientras que el contexto era el menos indicado. Entonces, un día, como lo dice en una de sus canciones, supo que había nacido para despedirse, y se fue a Francia. Corría el año 2002 y Argentina era una larga lengua que se hundía en sí misma.
- En el momento de la crisis argentina, parecía ser el fin del mundo. Ahora me parece que es otro momento más, otro fin del mundo como ha habido tantos en la Argentina (al menos uno por década), en el largo hundimiento del país. Me parece que hay que verlo dentro de un cuadro mucho más grande, dentro del espacio y el tiempo, por seguir con lo que decíamos antes. Pero la crisis argentina entra dentro del movimiento de todo lo que está sucediendo en el mundo. Cuando uno vive en Argentina tiene a veces la impresión de que el mundo está pendiente de lo que sucede o no sucede allá, pero la realidad es que a nadie le importa. Cuando tenía veintiocho años mi lema era “golpear mi cabeza contra las paredes hasta que las paredes o mi cabeza se rompan”. Pero llegó un punto en que me pareció que no tenía sentido tener que seguir esforzándome tanto por las cosas subsidiarias de mi arte. Tiene que ver con un país que no se quiere a sí mismo y que en consecuencia descree que algo bueno pueda salir de él, que durante los años 90 creyó estar en Europa y terminó detestándose más que nunca al descubrir que finalmente estaba en Latinoamérica.
A Pablo Krantz no le resultó nada fácil cambiar de continente, empezar otra vez de (bajo) cero. Pero podía construir una nueva vida. Hablaba francés desde los cinco años, había trabajado como traductor (su último trabajo en Argentina fue traduciendo subtitulados de películas pornográficas francesas) y como intérprete. Durante todos esos años también publicó en antologías literarias y revistas argentinas (V de Vian, Cerdos y Peces, Inrockuptibles, La García, Planeta Urbano, una serie de 10 cuentos en el diario El Día de La Plata), además de otras publicaciones de Francia, España, México y Uruguay. Incluso en el 2003 ganó un premio en el Concurso Juan Rulfo, uno de los más importantes en lengua castellana que organiza Radio Francia Internacional.
Así y todo, le llevó un año componer canciones en francés. De esa dificultad nació el disco “Les chansons d'amour ont ruiné ma vie” (Las canciones de amor arruinaron mi vida), que se editó en diciembre de 2003 y fue distribuido en Francia y Argentina. Aunque componía canciones en francés, seguía escribiendo en castellano. “Me parece que el español es una lengua maravillosa para la literatura, una lengua promiscua y desbordante, que permite miles de libertades”. (2)
- ¿Qué ves ahora, ahí, en Francia?
- No sé qué decirte. Es una noche hermosa, hay un viento encantador, acabo de comerme una manzana... Todo va bien.
(1) A fines de 2007, Pablo Krantz volvió a vivir a Argentina. Por estos días está en presentando en Buenos Aires su último disco, en frances “Les chansons d'amour ont ruiné ma vie”.
(2) A fines de 2006 editó un nuevo libro de cuentos, esta vez, sí, en francés: “Le saint cleptomane et la fille au vagin doré” (El santo cleptómano y la chica de la vagina dorada) a través de la editorial Les Petits Matins, para luego ponerse a trabajar en el nuevo disco de canciones en francés.
jueves, 8 de mayo de 2008
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