viernes, 25 de abril de 2008

Un hombre en seis palabras

Vivimos la era de la “novela del yo”, la “autoficción”, la “autobiografía”. Una reincidencia en el concepto que suena a algo así como decir “volví de nuevo nuevamente”.

Esto, que para algunos es una nueva forma del realismo, para otros representa la vereda de enfrente cada vez más lejana de las grandes novelas del siglo XIX. O una moda pasajera más, como no hace mucho lo fue la novela histórica. O los residuos del liberalismo, de la individualidad / individualismo propio de los ’90, que modifica el canon y lleva al “escribo sobre mí; luego existo”.

En todo caso la pregunta que surge es: ¿qué extraña forma de la necesidad despierta en el hombre a la hora de confesarse de esa manera? ¿Era cierto entonces que escribíamos solamente para que nos leyeran? ¿Es esto una sesión de psicoanálisis colectivo, donde el lector es el psicoanalista que hace sus devoluciones sin que el psicoanalizado lo sepa? Trastos viejos. Ya lo hizo Borges nombrando a Borges en sus relatos, colocándose a sí mismo en el Otro de una forma despersonalizada.

Sean lo que fueren las respuestas a tantos interrogantes, un buen aprovechamiento de esta tendencia ha emprendido la revista virtual norteamericana Smith (como Pérez aquí, el apellido más común de los Estados Unidos, sinónimo de multitud a la vez que de anonimato, aunque es imposible no relacionarlo con su homónimo clonado de la trilogía de Matrix, donde el Uno es todas sus reproducciones), que trabaja en general con textos enviados por sus lectores.

La revista creó un proyecto llamado “No es como lo había planeado” (No quite what I was planning), en el que sus lectores debían enviar una autobiografía descritas en sólo seis (6) palabras. Vale aclarar: se trata de “gente común”, no escritores reconocidos sino autores inéditos o que no escriben habitualmente. Según Smith, la idea provino de una presunta apuesta que le habrían hecho a Hemingway, para la cual él escribió: “Rebaja: zapatos de bebé, sin estrenar”. Llegaron, entonces, un promedio de 500 narraciones al día durante varios días, que pasaron por una selección hasta volverse libro.

Muchos de esos textos parecen comienzos de novelas que nunca sabremos cómo continúan. Casi aristotélico, en el principio está la mitad del todo. Otros, trabajan la idea del haiku (por su brevedad tanto como por la descripción de la vida cotidiana) y, más que nada, el estilo graffiti. Todo, claro, potenciando la idea del mismo Hemingway y llevando a su máxima expresión la teoría del iceberg.

Las temáticas de las breves narraciones van del humor al misterio y de la parodia a la poética. Pero un tópico asalta la mayoría. “Imaginé todo. Todavía no lo hice”. “Toda una vida esperando a nadie”. “Sólo tres palabras: nada que decir”. “Nacido en California, después nada pasó”. “Me gustaría estar en otro lugar”. En resumen: el modo en que todos formamos parte de lo que se llamaría un mismo mundo y, no obstante, somos a cada minuto desterrados de él; el modo en que se mueven la parálisis, la soledad y el vacío.

Es que en el nombre del proyecto late ya la carveriana decepción: “No es como lo había planeado”. Y la manifestación artística aparece entonces como síntoma y respuesta a aquello que los hombres nunca podrán ser aunque nada les impida soñarlo. En fin: la vida es breve, y la justificación ante ella suele costar mucho más que la vida misma. O menos, si es que bastan sólo seis palabras.

http://www.smithmag.net/

1 comentario:

capitan iseka dijo...

Interesante post y original idea la de las autobiografías breves. La vida de cualquier persona puede resumirse en seis palabras, estoy convencido.
Saludos!