Aprendimos a quererte
con las tremendas orejas
que se asombraban las viejas
de tan solo verte y verte.
Estabas siempre de frente
en la puerta del cementerio
pidiendo monedas muy serio
a un paso de la muerte.
Allí se quedan honores,
la entrañable transparencia,
de tu querida presencia
Comandante Chato Flores.
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