Una mujer gorda, sudada de pies a cabeza, va a estrujarse entre una familia de paisanos: tiran los bolsos, se enredan en abrazos infinitos, saltan, parecen bailar la gaita grotesca de la felicidad.
El resto de la gente se va dispersando de a poco. Sobre el tronco de un árbol alguien ha dejado olvidado un rastrillo. La vereda es angosta y desigual, ajada por la fuerza de las raíces de los árboles. Enfrente, un gran muro vegetal de ligustro, arbustos, pinos y enredaderas no permiten distinguir qué es lo que se esconde al otro lado de las vías y los galpones.
La lluvia chasquea sobre la baldosas. Dos chicos en bicicleta atraviesan los charcos a gran velocidad, en contramano, festivos en su carrera. –¡Ves, gil, que con lluvia o sin lluvia te gano igual!
Abandono esto. Le falta el título. El remate no importa. Antes de este lugar no hay un antes.
sábado, 13 de diciembre de 2008
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