3- Intento de autonomía
El paso siguiente en el conflicto lo dio la propia protagonista, en lo que los medios masivos de comunicación dieron en llamar “El caso de la rebelión de la letra”.
En reclamo de su autonomía, la i decidió no aparecer en ningún texto que no fuese redactado por ella misma, hasta que, desde otros sectores (el Ser Poderoso y el científico, además de correctores, editores, etc., etc., etc.) se le garantizara su independencia y su autonomía.
Así, y con el objeto de superar temporalmente las dificultades desatadas por el conflicto, las leyes fueron dictadas con códigos cifrados, a los que se adjuntaban los Manuales Específicos de Usos Legales sin Íes, y los textos literarios marcaron para siempre a los narradores, puestos a construir sus prosas trabajando el doble, el triple y hasta el cuádruple con el fin de hallar términos que reemplazasen a los ya elegidos, portadores de la letra en conflicto.
Esta etapa duró, al menos, unos pocos días. Como todo intento de autonomía que se precie de tal, fue desarticulado con rapidez.
4- En busca de un reemplazante
En vista de que el conflicto se extendía más de lo pensado; de que lo que había comenzado como un simple altercado entre el Ser Poderoso y el científico de la oposición, debió apelarse a otras iniciativas. Para lo cual se barajaron, entre tantas, estas opciones:
Primero, una convocatoria al resto de las vocales, que, luego de una asamblea cuatripartita, la a, la e, la o y la u decidieron (por tres votos y una abstención) echar por tierra la posibilidad de que cualquiera de ellas fuese la reemplazante.
A partir de ello, dentro del gremio de las vocales se crearon grietas ideológicas, que no serían factibles de solución hasta que no se encontrase completo el Quinteto Colectivo de Trabajo.
Se pensó, también, en solicitar la colaboración de las consonantes. Pero, luego de una fugaz consulta a los edecanes de la RAE (el señor De la Concha se hallaba en pleno Congreso de la Lengua) se determinó que el uso de consonantes volvería harto ripioso el lenguaje, por lo cual esa alternativa fue también desechada.
Por último, y como medida drástica, se pensó en erradicar directamente la i del alfabeto. En ese caso, deberían traducirse todas y absolutamente todas las obras escritas desde inventado el abecedario actual hasta la fecha. Ante tal coyuntura, el proyecto fue inmediatamente rechazado.
Las otras opciones no ameritaban el más mínimo de los cotejos.
5- Reemplazo denegado I
En vasta de que el conflacto se extendaa más de lo pensado; de que lo que habaa comenzado como un sample altercado entre el Ser Poderoso y el caentafaco de la oposacaón, debaó apelarse a otras anacaatavas. Para lo cual se barajaron, entre tantas, estas opcaones:
Pramero, una convocatoraa al resto de las vocales, que, luego de una asamblea cuatrapartata, la a, la e, la o y la u decadaeron (por tres votos y una abstencaón) echar por taerra la posabaladad de que cualquaera de ellas fuese la reemplazante.
A partar de ello, dentro del gremao de las vocales se crearon graetas adeológacas, que no seraan factables de solucaón hasta que no se encontrase completo el Quanteto Colectavo de Trabajo.
Se pensó, tambaén, en solacatar la colaboracaón de las consonantes. Pero, luego de una fugaz consulta a los edecanes de la RAE (el señor De la Concha se hallaba en pleno Congreso de la Lengua) se determanó que el uso de consonantes volveraa harto rapaoso el lenguaje, por lo cual esa alternatava fue tambaén desechada.
Por últamo, y como medada drástaca, se pensó en erradacar darectamente la a del alfabeto. En ese caso, deberaan traducarse todas y absolutamente todas las obras escratas desde anventado el abecedarao actual hasta la fecha. Ante tal coyuntura, el proyecto fue anmedaatamente rechazado.
Las otras opcaones no amerataban el más manamo de los cotejos.
6- Reemplazo denegado II
En vjsta de que el confljcto se extendja más de lo pensado; de que lo que habja comenzado como un sjmple altercado entre el Ser Poderoso y el cjentjfjco de la oposjcjón, debjó apelarse a otras jnjcjatjvas. Para lo cual se barajaron, entre tantas, estas opcjones:
Prjmero, una convocatorja al resto de las vocales, que, luego de una asamblea cuatrjpartjta, la a, la e, la o y la u decjdjeron (por tres votos y una abstencjón) echar por tjerra la posjbjljdad de que cualqujera de ellas fuese la reemplazante.
A partjr de ello, dentro del gremjo de las vocales se crearon grjetas jdeológjcas, que no serjan factjbles de solucjón hasta que no se encontrase completo el Qujnteto Colectjvo de Trabajo.
Se pensó, tambjén, en soljcjtar la colaboracjón de las consonantes. Pero, luego de una fugaz consulta a los edecanes de la RAE (el señor De la Concha se hallaba en pleno Congreso de la Lengua) se determjnó que el uso de consonantes volverja harto rjpjoso el lenguaje, por lo cual esa alternatjva fue tambjén desechada.
Por últjmo, y como medjda drástjca, se pensó en erradjcar djrectamente la j del alfabeto. En ese caso, deberjan traducjrse todas y absolutamente todas las obras escrjtas desde jnventado el abecedarjo actual hasta la fecha. Ante tal coyuntura, el proyecto fue jnmedjatamente rechazado.
Las otras opcjones no amerjtaban el más mjnjmo de los cotejos.
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