Lo leí de nuevo y tengo más claro que es lo que quise decir con eso (“Está bueno y está raro lo de la i. Por momentos parece escrito por otro Carbonel”).
Viste esos cuentos de Borges donde -a veces centralmente, a veces como accesorio- se refiere a un hecho, a un libro, a un escritor o a un filósofo y uno lo acepta como cierto, como una cita verdadera. Hay un efecto de verdad contundente, de hecho el lector desprevenido muchas veces no lo entiende de otro modo y lo atribuye a la sabiduría y conocimiento del autor. Sin embargo, Borges inventa casi todo y hasta hace bromas con sus múltiples referencias apócrifas. Pero esa ficción es real. Kafka tiene algo así, tan complejo y refinado, aunque vitalmente más comprometido y furioso. Su efecto de verdad es inverso: su ficción muestra un modo real (posible) de la sociedad.
Algo así se huele en el texto de la i, y no en cada texto por separado, sino en la lectura articulada de ambos. Me parece un camino interesante para seguir.
Hablando de la ficción y la realidad, hay un texto de un sociólogo fenomenólogo, Alfred Schütz para que lo leas como si se tratara de literatura: el tipo aplica teorías de la construcción de la realidad al análisis del Quijote (de paso, Cervantes, otro del palo).
Esta historia continuará…
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