Cada cincuenta cuadras, la ciudad se corta en pedazos. Por ley, por ocurrencia de no sé qué arquitecto o perito en catastro, la ciudad está obligada a cortarse cada cincuenta cuadras. Lo único que queda, durante esos doscientos metros libres que exige la ley, es descampado, terreno baldío donde a la gente sólo se le permite sembrar árboles o criar ganado. O pollos, o patos, cualquier tipo de animales.
Pero lo mejor es que así puede verse la parte trasera de las cosas, de las casas, de todo lo rodea ojos atrás desde que nos levantamos hasta que volvemos al sueño. Y si de algo uno puede estar seguro, es que con ese agujero en medio de la ciudad, la ciudad respira.
Yo manejo.
jueves, 21 de mayo de 2009
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