En eso estoy pensando cuando golpean la puerta. Bajo y veo que es Marta. Está ebria, muy ebria. Para decirlo mejor, tiene un pedo que no se puede mantener en pie. Está al borde del llanto, se le frunce la cara, las arrugas se le amontonan en una mueca chueca y parecen cambiársele de lugar. Todo eso en la puerta de mi casa.
-Vengo de una cena con amigos -me dice-, con el Chueco, ¿te acordás del Chueco? -como si yo pudiese encontrar un vínculo entre una cosa y otra-. Estuvimos cenando en 21, un bar, ¿lo conocés?
Claro que lo conozco. Pero miente. Marta miente. Puedo darme cuenta perfectamente de que está mintiendo. Ni fue al bar ni estuvo con el tal Chueco ese.
- Me compré una casa -dice-. Toda blanca, cuatro habitaciones, con escaleras... como esta -y mira hacia arriba, la ventana de mi habitación-. Tenés que conocerla, no sabés qué linda que es... Tomá. Te traje un disco de regalo.
Estira la mano, con timidez pero también con sorna. Es un disco pirata, de esos truchos, grabado en casa, marca Acme. Sobre la tapa hay algo escrito con fibra solvente: “Jorgelina Lurnet y los dioses del sueño”.
-Te lo regalo -dice Marta. Y no dice más, y desaparece.
sábado, 2 de mayo de 2009
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