Este texto ya fue publicado anteriormente por EPG, en épocas de ñusleter formato doc, antes de que entraramos en este impersonal mundo blogeano (¡cambiamos ere por ele, a lo japones, y tenemos borgeano!) Será - digo, este opúculo - carne para las carroñeras mentes feministas...
En la película Celebrity de Woody Allen, una mujer se niega a tener sexo con el periodista que le hace una entrevista puesto que, dice la mujer, su cuerpo entero le pertenece a su marido. Sin embargo, en un momento dado, rodea la cama, se inclina frente al reportero, le baja la cremallera del pantalón y agrega que, del cuello hacia arriba, puede hacer lo que ella quiere. En el mismo film, otra mujer, temerosa de su carácter cercano a la frivolidad en la cama, decide tomar clases de sexo oral con una prostituta. Ambas salen al balcón de la casa y la tímida mujer comienza a explicarle la razón de la visita; allí se entiende, entonces, el porqué de la presencia del centro de mesa con adornos frutales: la asignatura será ejemplificada con una banana. De más está aclarar lo hilarante de la escena cuando la prostituta se atraganta con el plátano...
Del primer ejemplo, no se puede obviar la metáfora de la cabeza como habitáculo de la mente y centro de comando de las acciones sexuales, tal como sucede en la última historia de Todo lo que usted quiso saber sobre el sexo - también de Woody Allen - cuando se pinta de manera imaginaria el funcionamiento del cerebro durante un acto sexual... champán incluido para los hombres-neurona después del orgasmo. De la segunda anécdota, baste decir que se trata de una versión cínicamente graciosa del asunto.
Así como existe una diversidad de formas de practicar la fellatio, hay también las diferentes denominaciones para tales usos, en ese afán humano por nombrarlo todo: todas denominaciones vulgares y burlonas, no exentas del cómodo costumbrismo popular. A lo que se adiciona el factor comodidad: la fellatio es algo que se puede hacer sin necesidad de desvestirse, no requiere un ámbito geográfico específico y el sedimento provocará menos situaciones antihigiénicas que la cópula completa.
Heidi Fleiss narra en Pandering, su autobiografía de Madama de los burdeles frecuentados por famosos de Hollywood, una muestra de las ventajas que presenta la fellatio. Haciendo referencia a que los negocios se dejaban para el prostíbulo y no para el propio hogar, Fleis escribe: “En mi casa nunca hubo sexo a cambio de dinero, excepto una fellatio de cinco minutos y 5 mil dólares que una de mis chicas le hizo a un cliente en el baño”.
En las películas triple equis, la fellatio es una condición axiomática que debe cumplir la mujer previamente a aquello que los argentinos llamamos - culinariamente, en efecto - “ir a los bifes”. Pero aquí aparece un problema lingüístico ligado a los prefijos: ese momento, preliminar a la penetración, no es “precalentamiento”, sino que es ya el calentamiento en sí. No sucede lo mismo con las películas de Hollywood, donde parece que los personajes no son avezados en esta práctica, o bien los directores, éticos por definición, prefieren omitir la escena y acabar - justamente - la toma en un par de buenas cortinas de seda recién lavadas.
Por una cuestión tanto ética como estética, se ha decidido, por el momento, excluir de este artículo todos los problemas que pudiesen acarrear ciertos infortunios o malas prácticas del tema en cuestión, como por ejemplo el de un par de dientes incisivos y otros igual o mayormente lastimosos. ¿Que quiere decir esto? Que si bien una fellatio es una de las armas principales para revivir a un moribundo (una especie de “boca a boca” potenciado), puede ser también el arma que le dé muerte definitiva: si una venganza fue urdida con tiempo, es ese el momento justo para llevarla a cabo. El marfil hará lo suyo como arma blanca. Mónica en el Salón Oval con fines cercenantes.
La posesión del objeto, la maniobra por la cual una persona se apropia del miembro de otro, toma relevancia por el mínimo hecho de que el tratamiento del objeto hace a su manipulador. Las manos devienen en elementos que operan en colaboración, se suman a la saliva y la fricción y con ellos se activan los efluvios, el aroma, la temperatura, las vibraciones y la consecuente pérdida de la conciencia. Y aunque se simule un ejercicio carnal desprovisto de espirtualidad y que redunda en beneficio del macho (un acto de filantropía de la hembra, digamos), huele a encantador el hecho de que la hembra goce con el placer de su macho. Por lo cual podemos concluir - que es el verbo final de toda acción del universo sexual - que, felizmente, la fellatio es un acto de egocentrismo femenino.
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